Días DE MIÉRCOLES#
El retorno del otro cholo de acero inoxidable
SIN OLOR A MULTITUD NI INCIENSO DOCTRINARIO, aunque generando expectativas en diversos sectores políticos, Alejandro Toledo oficializó su candidatura presidencial al 2011 por Perú Posible. Los anuncios del ahora candidato ratificaron su firme propósito de convertirse nuevamente en Presidente aún con las bilis de no pocos de sus contendores, pero es que Toledo ha dejado un buen recuerdo en mucha gente, tanto por sus aciertos de gobierno como por su poca templanza personal, como la ha evidenciado una reciente encuesta. Sobre las nuevas propuestas que nos trae a colación el ex presidente, no hubo mayores novedades. Tampoco en relación a los rostros nuevos, el aspirante apareció rodeada de sus escuderos de siempre, entre ellos destacaba su flamante jefe de campaña Carlos “techito” Bruce, y a su lado y por ratos como fotógrafa su todavía esposa Eliane Karp, lo único nuevo es que ya no son de la partida algunos de sus viejos pescados como David Waisman que, como se sabe, migró a Solidaridad Nacional. Pero más allá de una presentación que oscilo entre opaca y absolutamente gris, con algunos brillos como su posición que contestará agravios con propuestas o que iniciará la revolución educativa, lo más políticamente significativo del anuncio fueron las señales ineluctables de que a Toledo le está resultando más claro entender que sus probabilidades están condicionadas a lograr que su candidatura pueda representar un espectro político mayor. Es así que, sin llegar a la infidencia, destacó sutilmente sus conversaciones con Somos Perú, Acción Popular y Fuerza Social. Por supuesto, y esto es tan sutil en la política criolla, sus voceros más caracterizados ni desmintieron ni afirmaron que el supuesto de la alianza electoral estaría en curso. Las razones son diversas. Las hay internas y externas. Entre las primeras se sabe que las fuerzas políticas están concluyendo o a espera de sus cónclaves donde decidirán con que ritmo y pañuelo danzan la marinera, las presiones internas respecto a los reacomodos de quienes esperan la mejor ubicación en las listas de candidatos al congreso, y también del balance final de las batallas regionales y municipales que deben dar el saldo adecuado para medir el capital político propio y esbozar las alianzas regionales posibles a construir[1]. Entre las externas, resulta incontrovertible que se avanza a la definición de bloques políticos, los cuales siguen expresando no solo la voluntad por “rayar la cancha” programática y en menor medida ideológica, sino que proyectan las alianzas donde, sin saberlo totalmente, asistimos a un experimento de la teoría de juegos aplicada a la política donde todos los líderes quieren aplicar la ley del Maximin, demostrada por Von Neumann, es decir, maximizar las ganancias y reducir las pérdidas ante los eventuales resultados electorales del año próximo. Esto no es cualquier cosa cuando algunas fuerzas como el PPC insisten en ir con candidato propio, cuando Kouri no se pronuncia todavía si será o no candidato, en la propia jugada de Alan por Meche dentro del APRA la que analizamos aparte, pues estas decisiones están en directa relación con los diversos liderazgos existentes en los partidos, que siguiendo a Gaetano Mosca[2] y sus brillantes aportes a la teoría de las élites en el siglo XIX, aplicando sus principios a los partidos políticos peruanos sospechamos que estos constituyen élites cerradas respecto a la transmisión del poder, es decir que no permiten la renovación de sus miembros, pero que se abren ligeramente en estas coyunturas, es decir a manera de élites restringidas, para dar paso a cierto ánimo de renovación. Esto es importante cuando se define los integrantes de la plancha presidencial o más claramente al momento de confeccionar las listas al congreso. Por tanto, hay un embalse de aspiraciones de grandes, medianos y pequeños líderes y caudillos dentro de nuestras precarias organizaciones políticas nacionales[3], que no terminan por constituir élites democráticas. En suma, nuestros partidos que ni siquiera aparecen regidos por el cuestionado centralismo democrático de los partidos de matriz leninista, sino por una suerte de centralismo autoritario y hasta despótico, más cercano a la cumbre estratégica del modelo organizacional de Mintzberg[4] y a la Ley de Hierro de la Oligarquía defendida por Michels[5], donde se sostiene que toda organización es una oligarquía, es decir manejada desde cúpulas pequeñas o la voluntad irrebatible del gran caudillo carismático -como quien todavía tiene impuesto la banda presidencial- termina por licenciar y silenciar todo lo que se acerque a la democracia interna en estas formas de organización: Disciplina, compañeros!. En cualquier caso, el táctico viraje de Toledo desde posiciones más o menos continuistas desde la derecha, despuntándose por la izquierda, constituiría un intento por ocupar el no tan mítico centro de la política en estas elecciones, lo que no es solo prédica democrática sino que tiene mucho de cálculo y de interés de las élites de su partido para medir sus fuerzas y tentar las alianzas en pos de lograr la ansiada elección. La zurda de nuestro otro cholo de acero inoxidable[6], que se lució antaño en las terrosas canchas de Cabana y Chimbote, parece se mantiene bien y activa en el escenario que se va montando para las justas del 2011, donde todo parece indicar puede solidificarse como el candidato de la tercera opción.
[1] Recordemos que aun falta esperar el desenlace de la segunda vuelta en diez regiones, lo cual es decisivo en términos de saber por dónde se acentuaría la tendencia nacional para el 2011.
[2] Mosca, Gaetano. La clase política. México, FCE. 1984
[3] No nos referimos a lo ocurre en los movimientos regionales y organizaciones políticas locales construidas muchas veces a partir de cacicazgos locales y que conducen a verdaderas estirpes políticas, panakas como las que se sabe existieron en el Tahuantinsuyo, o donde familias, clanes y otros referentes de afiliación y membrecía, además de las consabidas redes sociales que a partir de lazos de compadrazgo, paisanaje y consanguinidad están presentes en su formación y son quienes se distribuyen el poder al momento que les toca gobernar, muchas veces por encima de las estructuras partidarias como veremos o ya estamos viendo a partir de los resultados regionales y municipales. No descartamos que algo de esto funcione en los partidos nacionales, más allá de las tendencias, promociones o generaciones, existe algo de alineamiento y lealtades personales o de grupos en su interior.
[4] Henry Mintzberg. La estructuración de las organizaciones (1985) y en Diseño de las organizaciones efectivas (2000)
[5] Decia Michels: "tanto en autocracia como en democracia siempre gobernará una minoría". Michels, Robert. La sociología del partido politico en las democracias modemas. Madrid, Alianza Editorial, 1985.
[6] El recordado Tulio Loza, autor del personaje “Camotillo Tinterillo” se hacía llamar así.
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