¿Estado Laico o Estado Confesional?
LA REVOLUCION FRANCESA ES TODAVIA JOVEN. Han transcurrido 221 años, pero muchos de los grandes cambios que preconizó, aún no se han universalizado. Y es que sigue muy vigente aquello que Chou Enlai, uno de los jerarcas comunistas de la llamada Revolución Popular China que fue liderada por Mao Zedong, dijo en 1965 al ser interrogado acerca de que opinaba de la Revolución Francesa, y para eludir a la consabida pregunta de balance de la propia, afirmó acerca de la gesta burguesa de 1789: Aun es muy temprano para saber.
La nota introductoria va a propósito de la reiterada intervención de algunos personajes de la jerarquía de la Iglesia Católica, connotados por su conservadurismo, que se han opuesto en todo momento a las medidas que el Estado Peruano ha buscado implementar para enfrentar problemas como los embarazos no deseados, el VIH-SIDA y las enfermedades de transmisión sexual.
Primero se opusieron rotundamente a la entrega gratuita del anticonceptivo oral de emergencia, y hace pocos días anunciaron su negativa para que se reparta preservativos en las escuelas. La situación a las que nos referimos coincide con la aprobación del proyecto de ley en la Comisión de Justicia del Congreso que despenaliza las relaciones sexuales consentidas entre adolescentes. Es consabida la opinión un sector del clero al respecto, respecto al supuesto “libertinaje” alentado desde el Estado, como el supuesto que los AOE son abortivos, y que las políticas que quieren implementarse con “natalistas” y atentan contra la vida.
La iglesia católica es también irreductible respecto a sus posiciones respecto a la legalización del aborto, aún en condiciones extraordinarias como cuando los embarazos ocurren como consecuencia de actos violación y frente a situaciones que ponen en riesgo la vida de la madre, entre otros.
Lo curioso que por esos días fue anunciado, con bombos y platillos, que actual Papa Benedicto XVI, ha variado la postura de su iglesia respecto al uso del condón, La nota posterior emitida oficialmente no hace sino ratificar la resistencia desde el dogma católico a su empleo, indicando que el condón no es una solución sino un camino expedito a banalizar la sexualidad humana.
El problema de fondo está entonces en el conflicto persistente entre moral y poder, y en particular la transición no concluida entre un Estado confesional y el Estado laico. Sería largo de presentar el conjunto de ideas que desde los predios de la historia, la filosofía, el derecho y las ciencias sociales y políticas es posible de revisar para sustentar una perspectiva moderna respecto a este conflicto. Nos basta con decir que el Estado laico es una aspiración democrática que se condensó en la existencia de un Estado de Derecho y en la ampliación de la ciudadanía, donde son los derechos de las personas y, de manera consustancial, la libertad para decidir sobre sus vidas y asumir las consecuencias de sus actos lo que prima y que el Estado debe reconocer, garantizar y proteger al amparo de la ley. La separación de Estado e Iglesia, en tal sentido, aparece como una herencia radical de la Revolución Francesa, pero que en países como el nuestro nunca pudo cuajar en el modelo de Estado democrático desde la naciente república. Es así que tenemos la permanencia de un estatus privilegiado para la Iglesia Católica, que no termina por renunciar al inmenso poder que tuvo a lo largo de la historia, al poseer privilegios tales como la propiedad de la tierra, la opinión secular sobre el conocimiento, y por supuesto, su enorme poder para establecer preceptos morales que terminan por contravenir libertades individuales. La esfera de lo privado termina siendo intervenido por el dogma religioso, y se reproduce en lo público con el beneplácito de un Estado condescendiente y connivente con los privilegios que la Iglesia Católica, ahora con la figura eufemística de un trato preferente (y sin embargo discriminatorio con las otras iglesias), que tiene su origen en un Concordato, es decir un tratado entre el Vaticano y el Estado peruano, que puede ser rastreado como una herencia colonial y que evoluciona a ser incluido en las constituciones políticas del Perú que hace que la separación entre iglesia y Estado no sea absoluta. Esto explica cómo se mantienen las subvenciones, exenciones tributarias, su intromisión en las instituciones castrenses y en la educación nacional, bajo la premisa que “el Estado reconoce a esta iglesia como elemento importante en la formación histórica, cultural y moral del Perú”. En otras palabras, siguen siendo una religión oficial, por el supuesto de que es religión mayoritaria de los peruanos, y vulnerando la libertad de los creyentes de otras religiones y aquellos que tienen libertad.
Bajo estas condiciones, es fácil entonces encontrar explicación a las posturas de oposición desde la Iglesia Católica respecto a las políticas de salud y de educación, que son cuestionadas desde su dogma o axiomas de fe. Sin embargo estas políticas públicas deben ser autónomas en virtud a la esencia democrática del Estado, reclamándose en estricta justicia, el derecho a un Estado laico que desde la sociedad se proponga un nuevo orden moral libre de cualquier tutela eclesiástica. Sin duda esto pasa por lograr que sea el propio Estado quien pueda amparar sus políticas públicas, pero sobre todo abrir el camino a una reforma constitucional que termine por sancionar la irrestricta libertad religiosa, la neutralidad, laicidad o no confesionalidad estatal, y por tanto separando de manera definitiva Estado e Iglesia, con lo cual se pueda terminar por saldar el asunto pendiente desde la Revolución que alumbrara la modernidad política y la universalidad de los derechos del hombre y el ciudadano en la Francia de 1879 donde se dio el grito histórico de la humanidad por liberté, égalité, fraternité. (Luis Pineda)
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