Dueños de su propia verdad pero enajenados de la realidad, un puñado de personajes de distinto origen se han unificado en una santa cruzada contra todo pronóstico electoral.
Cuasi intelectuales, engreídos de los medios, nuestros queridos conjurados se han atrevido a separarse del sentido común para declararle la guerra a todos aquellos que consideran se han atrevido a cruzar los límites de la racionalidad política.
Aparentemente no tienen una opción ideológica, menos un voto definido, pero aparecen como rabiosos cancerberos del statu quo. Tanto es su miedo a cualquier cambio que aun cuando no lo dicen abiertamente terminan siendo mucho más conservadores al apoyar actitudinalmente a Keiko Fujimori.
Los tenemos mediáticamente prestigiados como Rosa María Palacios quien reacciona con estupor frente a una realidad que no entiende, y que confunde con una distorsión desde su personal visión del futuro político ideal para el país. Se toman en serio su atribuida condición de formadores de opinión y terminan pontificando que Ollanta Humala y Gana Perú son poco menos que excrecencias del sistema. Y es tanta su aflicción por el alejamiento del futuro que visionaron, que terminan fantaseando a partir de su pretérito pluscuamperfecto y afirmando exasperados de que toda política anterior siempre es mejor a la del momento actual.
Lo más grave de esta situación patética es que estos voceros que penan por estos predios, terminan reclamando su oposición a toda iniquidad contra la democracia, aunque al final atentan contra el propio derecho de la gente a pensar diferente que es la base de toda democracia. Los tenemos de todo tamaño y peso en obsesos como Fernando Rospigliosi, que ha encontrado que sus banderas son las de un converso liberal que justifica cualquier fanatismo, al punto de recurrir a sus innegables capacidades para convertirse en datero de lujo de los generales de la guerra sucia contra Ollanta, por ejemplo.
Lo que pasa es que estos apostatas de su propia incredulidad nos quieren vender la idea de que frente a la incontrovertible tendencia de la realidad solo es válida la versión acomodaticia de su propia razón. Son elegantes, pero insufribles, como Jaime Bayly, convencidos que su catadura moral representa un referente para la gente que los ve en las arcadas de su vomito dominical. O que supone que la gente los lee y sigue entusiasmados como lo elucubra Aldo M. desde Correo o los columnistas asalariados de los MQ desde El Comercio. Inclusive que no tienen empacho de terminar de testaferros de los intereses sanchopancescos de los dueños de los periódicos que dicen dirigir como Fritz Du Bois al frente de ese mamotreto que mejor debía llamarse Black Jack antes que Perú21.
Unos se ponen guante blanco como el ministro Ferrero, juran y perjuran desde ese supuesto paraíso de la asepsia ideológica que es la economía positiva, afirmando una y mil razones para oponerse a la candidatura de alguien que como Ollanta no procede del pedigrí neoliberal. Asaltados por el terror de que las gollerías van a acabar, que por ejemplo las mineras tendrán que pagar un impuesto a sus cuantiosas sobre ganancias, sacan su cuco de manual para advertirnos que las acciones de gobierno de este corte radical terminaran por ahuyentar las inversiones.
Otros son profesionales del mimetismo, y como grandes transformistas siempre esconden su sombrero de copa y sus intereses, atacando a los políticos y jurando como cuando juraron lealtad a otro país, que como técnicos no tienen más verdad que los indicadores macroeconómicos, pero aceitados por la bolsa transnacional siempre se dan su vuelta por los programas cómicos siempre dispuestos al ridículo, terminando trastocados inclusive, como PPK, en el rol de un triste clown.
Pero los más preocupantes son aquellos que se ponen al margen de todo, que dicen que votarán en blanco o viciado como tercera y auténtica opción. Que sueltan a los cuatro vientos la falaz especie de que ningún candidato siquiera los enternece. Esos que excluyentes en su derecho a la disidencia, ensombrecen el país, crean más incertidumbre y se rasgan la vestidura para mostrarnos su pecho, supuestamente sin corazón ni magulladuras. Esos que dicen se ponen por encima de todo, pero que en realidad nos están diciendo que todavía somos muy ignorantes, inocentes o discapacitados políticamente para decidir, pero que concluyen su misión sin decirnos que al final su escepticismo también tiene un precio.
Estos son los No liberales, aunque se declaren parte de la ortodoxia de liberalismo, son aquellos que terminaron eligiendo la dictadura que garantice sus intereses económicos aun con el asesinato de la democracia política. Estos son, los suicidas de la moral y de la conciencia quienes nos vienen lanzando sus redes de escepticismo para neutralizarnos en nuestro derecho al libre determinación, a la elección racional que suelen defender a veces. Hay que verlos bien, aun cuando nos hables de libertad y democracia, para no dejarnos encandilar con sus cantos de sirena derrotistas y perplejos.
Pero, al margen de estos tontos útiles, más útiles que tontos o más tontos que útiles según sea el caso pues los hay de todo tamaño, hay otro tipo de peruanos. Son aquellos que arriesgando su imagen y prestigio, su bien ganado nombre y hasta fama, dicen ahora que votarán por Ollanta Humala, y que firman los numerosos comunicados o marchan públicamente por el No a Keiko y Fujimori nunca más, que se atreven a decir en los medios que aun los invitan, su verdad y convicción, que son parte de ese cuantioso e invalorable grupo de intelectuales, de hombres de ciencia, investigadores y académicos, de escritores y artistas que se vienen plegando a la única y tal vez última alternativa que a las peruanas y peruanos probos, nos queda antes que nos caiga la noche.
Son cientos de personas que tal vez no llevan un polo con el símbolo de Gana Perú, ni menos pueden ser acusados de nacionalistas o izquierdistas, que hasta proceden de los predios del liberalismo democrático como Mario Vargas Llosa, y su familia en pleno, y que inclusive como Ricardo Vásquez Kunze (Perú21, 30.05.11) se reclama un hombre de derecha pero con derecho para disentir y apelar a su libertad individual para decir públicamente que no votará por Keiko y si por Ollanta. Estos son los hombres y mujeres dignas que ahora, a puertas de este desenlace electoral, ven al Perú en una encrucijada, y se han decidido optar por la democracia, no una de ficción, sino esta que tenemos, llena de imperfecciones pero nuestra y real. Por esa razón votarán este domingo próximo por Ollanta Humala y Gana Perú, para decirle al país entero que la luz derrotará a las sombras y que la esperanza finalmente doblegará al miedo.
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