¿Creer o no creer en las encuestas?
EN EL MUNDO ANTIGUO LOS ORÁCULOS CONSTITUÍAN UNA COMUNICACIÓN CON LOS DIOSES. Una manera de demostrar la sujeción de los humanos, comunes mortales a los designios divinos. Consultado el oráculo, nada podía cambiarse. El destino terminaba siendo inexorable.
En los tiempos modernos también tenemos nuestros propios oráculos. Ciertamente en un despliegue de pensamiento mágico religioso, aun en medio de una sociedad de la información, vivimos envueltos en el aurea de lo misterioso y sobrenatural. Lo mágico, la hechicería, el supuesto de la espiritualidad y la metafísica abrazan también nuestra vida. Ser un místico hoy en día no resulta tan novedoso en un mundo atiborrado de signos y señales distintas a cualquier racionalidad. Creer o no creer, este es el dilema que nos asiste la vida cotidiana, y estamos expuestos a grandes verdades y tamañas supercherías.
A manera de ejemplo, en un viaje reciente me vi también envuelto en un episodio de circunstancias especiales. En un instante inusitado, mientras hablábamos de temas académicos relacionados a la psicología, mi joven y guapa interlocutora, pareja de un amigo, se me develó como aprendiz de gitana, sin que lo sugiriera y en medio de la calle me pidió que le extendiera mi mano para leerme la palma, luego de algunos minutos de concentración me dijo –entre otras- que viviría muchos años. Pasada la sorpresa le pregunte sobre su saber y no tuvo problema para confiarme el secreto de su lectura y artes adivinatorias: Lo aprendió de un amigo pero, reconocía que aún no dominaba del todo esta arte de quiromancia; por supuesto que todos los secretos develados por las líneas de mi mano parecían salidos de una crónica de vida, me lancé a la búsqueda de información y claro, encontré mucha en…Internet, hechas las comparaciones de donde se desprendieron amables coincidencias entre lo dicho por la aprendiz y la información virtual. ¿Si me creí todo esto? Nuevamente aparece entonces el viejo dilema de creer y no creer.
Ciertamente, en nuestro medio tenemos muchos chamanes, adivinos, magas y brujas, legión de personajes de fábula, en contados casos se trata de personas con ciertas habilidades especiales que se remiten a alguna forma de herencia genética o aprendizajes transmitidos de padres (madres) a hijos, saberes y disposiciones que escasas veces son mostradas públicamente y permanecen ocultas en la vida anodina y anónima de sus poseedores. Pero sin embargo, casi siempre encontramos que estos personajes son siempre embaucadores profesionales, o personas que hasta se muestran mediáticamente para ofrecer sus servicios hasta por una línea telefónica dedicada, pero cosa curiosa, no solo son requeridos por ciudadanos comunes como usted y yo, también encontramos que siempre fueron consultados desde el poder, inclusive esta es una constante que esta relación ha formado parte de los velos oscurantistas de algunos regímenes de origen distinto no democrático.
Francisco Franco, el dictador falangista, se rendía a las brujas del norte de África, particularmente a la marroquí Mersida y participó en más de un rito espiritista que seguramente lo alentaba a sentirse el salvador de España. Juan Domingo Perón tuvo su brujo particular en el tenebroso José López Rega, quien terminó como secretario privado y consultor influyente en las más abyectas decisiones del caudillo militar como el impulso a los paramilitares de la Alianza Anticomunista Argentina. Se sabe que Adolfo Hitler buscaba respuestas más allá de la racionalidad en la astronomía y la lectura de su horóscopo ante de tomar sus terribles decisiones y para justificarlas. En nuestro medio es sabido que Rosita Chu despachaba asiduamente en palacio, y que el déspota, ahora reo, confiaba ciegamente algunas de sus decisiones estratégicas al tarot, y siempre estaba pendiente de los consejos de estos personajes, como en aquella vez que a instancia de sus chamanes se bañó ante cámaras en las heladas de las Huaringas de Huancabamba en Piura.
Si la lectura de los pliegues y surcos de la mano no son suficientes para impresionarnos, tampoco los son para los políticos. En su intención inconfesable de obtener mayor poder político, adquirir cierta inmunidad a cualquier maleficio de sus opositores, o deshacerse de ellos, prever el futuro y sus riesgos, apelan a cualquier medio.
La política moderna ha reemplazado los hechizos por el marketing político, y los rituales de maleficio han devenido en el empleo de las encuestas de opinión pública, que de un tímido artificio metodológico se ha convertido en el medio por excelencia de la adivinación electoral. Vayamos a ver con qué referencia ahora se escucha la explicación de las cifras de las encuestas; el analista de estos medios es ahora el equivalente del brujo moderno.
Sin embargo, en días pasados se armó un revuelo respecto a la validez de los resultados de las encuestas. En este mismo lugar [1]decíamos que la intentona del JNE a presiones de Alan y su ahijado Castañeda, a las que se sumó el Comandante Humala dando muestra nuevamente de su errática y rara performance como político, y que se cifró en la consigna “Abajo las encuestas”, fue rápidamente superada al producirse el retiro de la demanda del organismo de justicia electoral de información que inviabilizaba la realización de nuevos estudios hecho denunciado por distintos sectores incluidos las empresas de investigación de mercados y opinión pública.
Los grandes derrotados de este affaire fueron sin duda el APRA, Castañeda Lossio y por allí PPK y Ollanta Humala. En tanto se empezaban a dar nuevos resultados de estos estudios de preferencias electorales, de pronto nos encontramos con nuevos conversos. Los que antes decían desconfiar de las encuestas, hoy nos dicen como la pequeña Wendy en Hook (remake sobre Peter Pan), “Yo creo en las hadas”. Ahora todos creen en las encuestas, y lo dicen con tal ingenuidad como para imaginarnos que algún toque mágico se ha producido para producir una ablación en las duras cabezas de los más refractarios.
Debemos conjeturar que ciertas movidas hacia arriba, empezando por el candidato de Solidaridad Nacional, que había sido relegado al tercer lugar y hoy aparecen en un segundo, aunque según la última encuesta de IMASEN, en empate técnico con Keiko Fujimori. Igual fue el caso de Ollanta, que aparece nítidamente escalando desde la tercera posición pero como no puede ser de otro modo haciendo la salvedad de que las preferencias lo llevarían a disputar la segunda vuelta. PPK se sigue haciendo el tercio, pese a haber remontado en las preferencias el 7% y reafirmándose que la mejor encuesta será la del 10 de abril, casi como pretendiendo ser el outsider que dará el caballazo de sorpresa. En general, esta tribu de neo conversos, de creyentes en la omnisciencia basada en las encuestas, que como también dijimos en dicho artículo[2], no es que han sido convencidos del todo, pero saben que las encuestas dicen la verdad, pero sólo parte de la verdad. Por ejemplo no dicen nada de por quién votarían los indecisos. En suma, las encuestas son las nuevas bolas de cristal, que leídas de este modo nos pueden decir muchas cosas, y sobre todo, su importancia se encuentra en aquello que no dicen, pues la política aún no ha resuelto el tema de la incertidumbre. Justamente aquí radica la importancia de la acción política, en arenas electorales tan volátiles: La posibilidad de convencer (y mantener) a los que tienen un voto definido, pero sobre todo de convencer a aquellos que no lo están, y que definen el resultado final de la batalla.
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