¿Se imaginan a los criminales de guerra nazis, juzgados en Núremberg, liberados en aras de la reconciliación en Alemania de la postguerra? O quizá a Idi Amin Dada, ese dictador africano que hasta se comía a sus opositores políticos y que fue llamado en justa analogía “El Hitler negro”, ¿se lo imaginan libre de polvo y paja, recorriendo las calles de Uganda como si nada, sin siquiera un cargo de conciencia de los 300,000 viles asesinatos que cometió? ¿Acaso se pueden olvidar las imágenes de pesadilla de las afueras de Sarajevo, cercada por las fuerzas serbobosnias comandadas por Radovan Karadzic, sembrada de 12 mil cadáveres o de Srebrenica donde 8 mil musulmanes fueron asesinados por el odio racial y la locura por el poder durante la guerra que estalló en la ex Yugoslavia? ¿Creen ustedes que el Tribunal Penal Internacional de La Haya que ha empezado su juzgamiento, en aras de la reconciliación entre serbios y bosnios liberaría a este masacrador de miles de civiles indefensos, niños, mujeres y ancianos? ¿El mundo ha olvidado acaso las muertes en Camboya, mal llamada Kampuchea Democrática, a cargo del Khmer Rouge (jemer rojo), secta comunista fanática que perpetró un genocidio contra su propio pueblo, eliminando casi una cuarta parte de su población en aras de una sociedad supuestamente igualitaria?. ¿Podemos considerar justo que, salvo Pol Pot que murió antes de ser procesado, los principales criminales del jemer rojo puedan ser declarados inocentes de esta carnicería?
En nuestro continente, aun esta fresca la sangre de las víctimas del siniestro François Duvalier, “Papá Doc”, dictador haitiano que recurrió a las prácticas del vudú y sus paramilitares para instaurar un régimen de terror que fue heredado -vaya coincidencia-, por su hijo “Baby” Doc. Pero más coincidencias: Duvalier Padre fue elegido Presidente, se hizo dictador, modificó la constitución para quedarse en el poder como Presidente Vitalicio, tuvo su propio “Grupo Colina” llamado Tonton Macoute (Voluntariado de la Seguridad Nacional); pero además manipuló ante el Vaticano para designar su propia jerarquía católica, inclusive construyó su propia ciudad “Duvalierville” con un impuesto especial que derivaba en sus cuentas privadas. Para mayores señales, este déspota firmó una alianza con el generalísimo Rafael Leónidas Trujillo, el dictador dominicano de quien da cuenta la novela de MVLL “La fiesta del Chivo” y al cual no nos referiremos pues la novela y la historia política pueden testimoniar más acerca de sus infamias. Ambos murieron sin ser juzgados ni condenados, pero sus cómplices si fueron encerrados a largos años de prisión los cuales no fueron por ningún argumento ni perdonados ni conmutados. ¿Se imaginan a algún gobernante haitiano concediendo amnistías a estos asesinos alquilados por la dinastía Duvalier con el supuesto de garantizar la paz y la reconciliación luego del devastador terremoto que destruyó esta isla pobrísima en el 2010, o a los militares y paramilitares que gobernaron y asesinaron con Trujillo en República Dominicana que indultados por la gracia presidencial para cortar por lo sano con todo el odio que dejaron estos criminales? Para que decir más de los crímenes de las dictaduras del cono sur, sabemos muy bien acerca de lo ocurrido en Argentina con Videla y en Chile con Pinochet durante los 70, para no mencionar los casos de Uruguay durante el vergonzante pacto de los militares con Juan María Bordaberry, en Brasil luego del golpe a João Goulart en 1964 y la gran represión desatada contra el movimiento social. Junto a asesinatos, torturas, desapariciones, también hubo saqueo de las arcas públicas, robos millonarios depositados en cuentas cifradas, propiedades públicas enajenadas por particulares, grandes negociados con los bienes del Estado, hasta el tráfico de niños arrancados de los brazos de sus padres por sus asesinos, inclusive recién nacidos apenas separados de sus madres después del parto, y luego dados en adopción a los propios militares o civiles coludidos con los criminales.
En todos estos hubo investigaciones de estos crímenes abyectos, se realizaron procesos públicos y garantizados para actuar en nombre de la sociedad en estricto sentido de justicia. Hubo condenados y salvo algunos intentos como las leyes de punto final y obediencia debida en Argentina para cancelar el proceso a los militares asesinos, o las triquiñuelas de los abogados de Pinochet para evitar que vaya a prisión o sea extraditado. Pero se hizo justicia y la mayor parte de los inculpados cumplieron y cumplen su condena. En medio de toda esta podredumbre moral hubo gestos nobles como los de Ernesto Sábato que presidió la Comisión sobre los Desaparecidos en Argentina, o el propio presidente Kirchner que se opuso a la tentativa de los militares de buscar la impunidad, o la del juez español Baltazar Garzón que hizo posible la extradición de Pinochet desde Inglaterra y que aun con las presiones recibidas desde un pinochetismo militante y poderoso que amenazaba a la gobernabilidad, el gobierno de la Concertación nunca cedió un milímetro respecto a su decisión que el futuro solo era posible haciendo justicia.
En el caso peruano, la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), creada el 2001 durante el gobierno de transición del Presidente Paniagua, surgido con el desplome del régimen fujimontesinista. Justamente el extenso informe resultado de una pulcra y prolija investigación da cuenta de que el conflicto armado interno tiene como principales responsables principales de las muertes y destrucción que sufrió el país a Sendero Luminoso y el MRTA, pero muchas de las muertes, desapariciones y torturas fueron resultado de la acción de la policía y las FF.AA. a partir de la implementación sistemática de una estrategia antisubversiva que incubó como una condición favorable la interrupción castrense del proceso político que se concretó en el golpe de Estado de 1992 fraguado por Fujimori y Montesinos con la cúpula castrense. La auto justificación del quiebre de la democracia, de una imagen victoriosa de las fuerzas armadas que escondía una conducción contrasubversiva proclive a la violación de los Derechos Humanos y que se propuso una tregua y posterior alianza con el narcotráfico, de las cuales obtuvo enormes beneficios Vladimiro Montesinos y otros civiles y militares que formaron parte de la mafia, verdadero poder durante los gobiernos de Alberto Fujimori. Los costos de esta enorme garrapata que succionaba recursos del Estado, que inoculaba la toxina terrible de la corrupción en las instituciones donde concentraba su poder, compraba congresistas, políticos, dueños de medios de comunicación, empresarios, mientras terminaba de destruir todo vestigio de democracia, dirigía y financiaba escuadrones de la muerte y acallaba cualquier denuncia de algo terrible venía ocurriendo dentro del país, se venía matando, torturando y desapareciendo a muchos peruanos inocentes, hechos que al final fueron develados en toda su gravedad por la CVR.
Alberto Fujimori fue condenado a 25 años. Su responsabilidad en la orden y operatividad del Grupo Colina ejecutante directo de los crímenes de los estudiantes y el docente de La Cantuta, y de la masacre en Barrios Altos fue palmariamente demostrada. A esto se suma el otro juicio donde asume su responsabilidad en los actos de corrupción que explican su inmensa fortuna producto del robo descarado de las arcas fiscales.
La posibilidad de que Fujimori sea liberado siempre fue un tinglado armado por sus huestes desde el momento que fue extraditado, durante el juicio se ensayaron diversos artilugios legales para exculparlo, pero la justicia también llega a los poderosos y fue condenado. Posteriormente, la estrategia del fujimontesinismo se trasladó de los tribunales a la política y su hija Keiko, candidata a la presidencia ahora derrotada, nunca aceptó la culpabilidad de su padre, menos la justeza de la sentencia, con el sonsonete de que el mejor presidente de la historia del Perú y su pretendida inocencia, prometió que lucharía por la libertad del Chino infame por ser clamor popular. Junto a la presión al poder judicial, al propio tribunal constitucional, que parece tiene una resolución que puede llevar a la declarar nula la sentencia que se aplicó a Fujimori, los reiterados chantajes mediáticos de los fujimoristas que no vacilaran para emplear su representación congresal para demandar de manera directa o velada la libertad del criminal, se suman los arreglos por debajo de la mesa con Alan García, un cambalache de indulto por impunidad, parece vienen caminando, e inclusive se vienen cercando al presidente electo Ollanta Humala para presionar desde la opinión pública para que se le conceda el indulto. La primera reunión entre García y Humala parece tuvo como parte de la agenda el asunto del indulto, y por allí se dice que el tema aun cuando no está en agenda se tendrá que tratar desde un primer instante en el nuevo gobierno si antes el Cristo de Alan no hace un nuevo milagro a favor de la liberación del mayor enemigo público de la historia peruana.
Los pretextos que se quieren dar ahora son los mismos de siempre: Reconciliación nacional, olvido y perdón, razones humanitarias para un enfermo declarado como de “alto riesgo” por su depresión y que no está atacado por un cáncer terminal. El reo Fujimori nunca tuvo compasión ante sus víctimas, ni siquiera un atisbo de humanidad al ordenar sus crímenes, ningún remordimiento al sumir al país en la letrina moral de sus gobiernos fulleros.
Presidente Ollanta Humala, ¿está usted dispuesto a lograr la estabilidad política de su gobierno aun al costo de liberar a un criminal comprobado y condenado por violador de los Derechos Humanos? ¿Cuál cree que será el siguiente acto de Alberto Fujimori una vez libre? ¿No se imagina que el fujimorismo, fortalecido con su líder liberado, se volcará desde la oposición política y sus mecanismos golpistas a preparar su derrocamiento? ¿No se da cuenta que si usted decide la libertad de Fujimori habrá derrotado a la justicia y la esperanza de mucha gente que votó por usted y contra la regresión autoritaria, criminal y corrupta del fujimontesinismo? ¿Ha tomado en cuenta que tendrá que abrir las puertas de la impunidad para todos los criminales socios de Alberto Fujimori, inclusive a la liberación de Vladimiro Montesinos? Piénselo Señor Presidente, la excarcelación de Alberto Fujimori significaría convertir la derrota política del fujimontesinismo en una victoria, y convertir el triunfo todavía precario de la democracia y la dignidad en una humillante involución a favor del autoritarismo y la impunidad. De suceder, muchos sentiríamos que todo lo que se hizo por usted durante esta campaña no ha servido de nada. Medite Señor Presidente: Reconciliación no es claudicación.
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