martes, 7 de junio de 2011

AL DIA SIGUIENTE



Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, los líderes espartaquistas, fundadores del Partido Comunista Alemán, asumieron en el segundo decenio del siglo pasado la conducción del movimiento obrero revolucionario con la predica de que el capitalismo como resultado de su más profunda crisis estaba próximo a su desplome y por tanto las condiciones para iniciar la revolución socialista estaban maduras.



La teoría del derrumbe, como se conoció a estas tesis, acusadas de deterministas y duramente discutidas dentro de las corrientes del marxismo de esa época, partía de dar por ciertos algunos supuestos teóricos económicos e históricos a partir de una lectura de Marx en El Capital, y que de acuerdo a cierta interpretación apologética deberían llevaban al límite la acumulación del capital y a una crisis final que favorecía el estallido revolucionario. La coyuntura de 1919 tuvo como epilogo la derrota de los comunistas alemanes y el asesinato de estos dos revolucionarios.



Hoy, ante el triunfo reconocido de Ollanta Humala, no son los marxistas quienes vaticinan el colapso del capitalismo, sino la derecha variopinta que ha salido a clamar el respeto al modelo económico, al cual no se le puede tocar ni un pelo a riesgo que se caiga.



En esta avanzada aparecen los testaferros conocidos como PPK que salió días antes de las elecciones (y desde la primera vuelta) e inclusive durante el mismo día de las elecciones, a difundir similares pronósticos negativos y profetas como Jaime de Althaus que se precian de anticipar el fracaso rotundo del nuevo gobierno aún no proclamado oficialmente.



Dentro de este pelotón de agoreros también aparecen confundidos algunos rebuscados economistas o legos metidos al análisis político que terminan contrabandeando predicciones catastróficas a partir de ejercicios de economancia (mitad economía y mitad quiromancia).



¿Qué dicen los signos apocalípticos que nos han mostrado estos aprendices de brujo?: Buscan demostrar que la primera reacción al triunfo de Gana Perú puede verse en que cayó la bolsa de Lima en un 12,45%, en inversiones que se han paralizado semanas atrás, anticipan que los ahorros empezarán a ser retirados en masa, y que las trasnacionales están repensando su presencia en el Perú ante el riesgo de un régimen estatista que expropiará todo lo que huela a extranjero.



De lo que se sabe es que el mercado bursátil es fluctuante pero no dice todo sobre la marcha de la economía, sino que está sujeto a los especuladores de siempre, aspirantes a hacer de la pobretona bolsa limeña una sucursal de Wall Street neoyorquino e imitadores inescrupulosos de Gordon Gekko, prometeico personaje del film del mismo nombre.



Los otros fenómenos son normales y esperados. En escenarios de incertidumbre estas reacciones son comunes, pues los agentes económicos no juegan con las reglas de la política, pero no arriesgan su patrimonio en situaciones donde los elementos que configuran niveles de seguridad para las inversiones no hayan sido esclarecidos. Que los pequeños cuenta ahorristas quieran retirar sus fondos de las entidades bancarias es parte de una corrida frente al miedo, y no pasa de una reacción poco significativa respecto a donde y con quien está la mayor fortuna del país.



Por de pronto, es sabido que Ollanta Humala está rodeado de gente experta que puede capear el temporal. Entre sus expertos hay ex presidentes del BCR, en otras instituciones de la economía con funciones de regulación y control, que son las que desde el neo institucionalismo, permiten que funcione la economía aun cuando hay imperfecciones o externalidades que pueden afectar su desempeño.



De momento, algunos personajes de la política, con la vocinglera comparsa de algunos medios. Por ejemplo, se le pide a Ollanta claridad de posiciones, señales claras, seguridades de que el modelo económico no será tocado, si bien no se clama por la seguridad jurídica, por el buen control del riesgo-país, sino la designación del primer ministro, pero más precisamente el ministro de economía, del director del BCR entre otros.



Pero ¿cuál es el temor de nuestros amigos?, sin duda disipar los riesgos a alterar los inconvenientes de un gobierno no esperado y contentar a los principales decisores en materia económica mediante la designación anticipada de ciertos personajes abiertamente continuistas, bajo el supuesto que cualquier incoherencia programática de Ollanta pasará por el cedazo de los personajes que se promueven desde la derecha para copar el gabinete de Ollanta Humala.



Lo que pide la derecha ilustrada e ignara, según sea el caso, en el fondo es la sujeción al capital, no el seguimiento de una hoja de ruta sino la adhesión a una carta de compromiso con los poderes facticos.



Niegan la capacidad del equipo de Gana Perú para gobernar, desconfían de un gobierno de ancha base, y la posibilidad de frente a este se encuentren las diversas fuerzas nacionalistas e izquierdistas y abriéndose a otros sectores que quieran converger en este escenario.



Por último, siguen en sus trece de vender la idea excluyente de que para garantizar un gobierno que siga implementando las políticas de corte neoliberal, los designados deben ser necesariamente de sus filas.



Esta es la peor forma de la derecha para responder los llamados a la concertación nacional, sin tener en cuenta que el gobierno aprista saliente tiene todavía dos meses más y que es requerido iniciar los prolegómenos para avanzar a una transferencia ordenada. Sin embargo el electo presidente Humala debe escuchar estas críticas y exigencias, y es correcta la primera medida adoptada para constituir el equipo de transferencia de gobierno.



Pero debe tomarse su tiempo para ir concertando su gabinete que nos parece debe ser muy amplio, abierto y plural como condición de un gobierno de ancha base, que no solo predique sino haga la concertación. Pero la concertación a partir de que las relaciones entre las fuerzas sean simétricas y dispuestas al diálogo y no a la imposición.



Pero no se trata de ceder al chantaje desde la grita de la derecha, ni los cantos de sirena de sus economistas, sino de un acuerdo de punto fijo para garantizar crecimiento y desarrollo, inclusión social y democracia.



No se trata de garantiza la continuidad del modelo económico, sino de una economía que crezca pero que incluya a la mayoría del país a través de políticas sociales que efectivamente redistribuyan. Esta es la principal deuda que deberá asumir el nuevo gobierno, que no dejará de lado el compromiso con los inversores nacionales y extranjeros, pero que no esta dispuesto a seguir sacrificando a la mayoría de los peruanos para que estos sigan engordando sus remesas al exterior. Sin inclusión no hay desarrollo



La reconciliación es otra parte del acuerdo de punto fijo. Para ello se deben delimitar las fronteras de la democracia y la pluralidad, y sobre lo cual nos ocuparemos extensamente en una siguiente entrega.



Sólo adelantaremos que la democracia que se trata de entender una moderna relación entre partido gobernante y las fuerzas políticas presentes en el congreso, y otros sectores políticos que tienen responsabilidad en otros niveles del Estado, y entre estas y la sociedad civil. Lo segundo es que la democracia debe garantizar los niveles de pluralidad y tolerancia entre sectores que no buscan mantener posiciones antagónicas.



Se trata por tanto de establecer qué aspectos de la democracia son sustanciales para su fortalecimiento. Por ejemplo hay que poner en la agenda temas sensibles como la independencia del poder judicial, de la reforma del congreso, la reducción del presidencialismo, las garantías y protección de los Derechos Humanos, la ratificación de los principios de justicia frente a las tentativas de impunidad, la lucha frontal contra la corrupción, entre otros.



Pero estamos seguros que la vieja derecha mantendrá su extremismo e intolerancia, su matriz fundamentalista respecto a su sesgado liberalismo económico, inclusive por encima de las razones de Estado o de los intereses de la mayoría de los peruanos. Persistirá en su campaña de terrorismo blanco, agitando el temor de un desplome económico más aparente e interesado que real. Si como dimos cuenta del trágico destino de Luxemburgo y Liebknecht, quienes murieron en su intento de hacer la revolución ante la inminencia del derrumbe del capitalismo, nos preguntamos ¿A qué está dispuesta la derecha para seguir sosteniendo los anuncios de una catástrofe por la elección de Ollanta Humala?

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