lunes, 27 de junio de 2011

"LA PAZ SEA CON VOSOTROS"

FIRME Y FELIZ POR LA UNIÓN, rezaba el lema de la patria desde el momento de nuestra fundación como república independiente. Firme y feliz por la unión, repitieron nuestros mayores, aun cuando nuestra historia nacional siempre estuvo escindida por luchas intestinas, conflictos de intereses jamás dilucidados, guerras interminables y absurdas como aquellas que plagan las páginas de ficción que escribiera García Márquez. A falta de Caín y Abel tuvimos el paradigma fratricida de Huáscar y Atahualpa que fue la causa fundamental de la debilidad del Tawantinsuyo que preludió la conquista, que fue nuestra herencia durante la colonia, la que estigmatizó el país desde los albores del Perú emancipado, y que reprodujeron con creces los caudillos militares y civiles en las luchas entre Castilla y Vivanco, Piérola versus Pardo y luego contra Prado; Cáceres contra Iglesias, Sánchez Cerro y Haya… y siguen firmas. Los costos de estas fracturas a lo largo de la historia fueron diversas, desde el militarismo autoritario, la ingobernabilidad y el péndulo civil-militar, la derrota ante el invasor chileno, la destrucción estatal, la desorganización social, el festín de los imperialismos, la precariedad de la democracia, la república sin ciudadanos.

El 5 de junio acabó un capítulo de la historia política del país donde, en el marco de las elecciones generales se produjo una importante polarización social y política que rebasó la arena electoral para expresar los niveles de conflicto creados por intereses contrapuestos, los que evidenciaron la delgada línea que separa economía y política, y dieron lugar a tensiones históricas entre posiciones asumidas por partidarios de la continuidad y propugnadores del cambio. Entre la primera y segunda elección se produjo un realineamiento de fuerzas, y a diferencia de las elecciones de abril, donde el posicionamiento de la imagen y la relativización del programa fueron atributos de los candidatos, en la segunda aparecieron en el nuevo escenario dominado por la confrontación política acicateada por el poder mediático, de los mensajes dirigidos al interés del elector de segmentos socioeconómicos específicos, y los gestos y discursos abarcadores y consensuales, en reflejo a la corrida programática hacia el centro de ambos candidatos. La candidata del fujimorismo buscó representar las fuerzas de la continuidad neoliberal, de los poderes del libre mercado, pero abriendo cabida a la confluencia de todos los sectores desde la derecha más conservadora al centro derechismo menos ideologizado. Del otro candidato implicó un difícil proceso para limar las aristas de un radicalismo innecesario, de mostrar su capacidad política para ampliar su convocatoria a otros sectores sociales y políticos y para flexibilizar su programa de gobierno y precisarlo de acuerdo a su necesidad de mostrarse dispuesto a conceder terreno a mayores intereses que los propiamente populares.

Los resultados fueron distintos: Keiko Fujimori no pudo sacudirse de la pesada herencia política e histórica de su padre, no pudo desmarcarse de la incómoda presencia del entorno fujimorista más duro y de las alianzas oficiosas y reales con los sectores neo derechistas, una suerte de Tea Party nativo, que condenó su candidatura al lastre de arrastrar la tradición y herencia del autoritarismo y lo peor del mercantilismo y sus testaferros nacionales. A Ollanta le fue mejor, no sólo salió airoso de la campaña de demolición que el fujimorismo y sus aliados, los sectores económicos proveedores de recursos y actuando directamente en política, y el poder mediático construyendo el tramado ideológico para justificar la elección de Keiko Fujimori y la necesidad de derrotar a Humala.

El desenlace político es conocido, lo más destacado no sólo es la dramática alineación final del electorado. Separados por escasísimos puntos y décimas de diferencia, la realidad expresada electoralmente es mucho más preocupante porque, frente a la volatilidad de lo electoral y la escasa identidad con lo político, lo que si se recorre con fidelidad es la cartografía social del país, donde la pobreza y la exclusión de por medio, se configura un país con profundas diferencias respecto a lo acontecido en los últimos años, pero que sin embargo esta vez ha optado por el cambio. Sin embargo, sin retroceder a los anacronismos teóricos que representaban el Perú como un país dual, debemos dejar constancia que aquellos que por seguridad, por interés o por identificación más claramente política con la continuidad, no constituyen una minoría. Son casi la mitad de los electores del país, y aun cuando la mayoría de sus votos provienen del estrato socioeconómico A y B, muchos de los votos que recibió Keiko Fujimori provienen de sectores populares y mesocráticos, que como sabemos tienen importancia gravitante actual y futura.


En la reciente entrega de credenciales que lo reconocen como Presidente electo, Ollanta Humala prometió reconciliar a los peruanos y hacer un gobierno para todos. Noble propósito, y que no dudamos que constituye una aspiración del nuevo gobierno de Gana Perú, buscando interpretar el sentir de la mayoría de los peruanos y peruanas, y que ha expresado en una formula como la de un gobierno de concertación nacional, y es más, todavía señala que este debe ser un gobierno de ancha base.


Por cierto, al gobierno le interesa lograr un clima de estabilidad política, establecer niveles de alianza política para gobernar, y ampliar la representación de intereses de la sociedad, principalmente para aquellos sectores empresariales para los cuales la alternativa que expresa Gana Perú es poco menos que la del chavismo comunistoide que vendieron la derecha política, económica y mediática.


Al respecto, Ollanta es sabedor que no posee una mayoría nacional, por lo menos electoralmente, lo cual es relativo dado que Lima distorsiona cualquier representación electoral por su consabido centralismo, y las posibilidades de la participación de otras fuerzas políticas como Perú Posible, sin alianzas o pactos políticos es viable y muy razonable dado el significado del triunfo electoral que dio cuenta de un amplísimo movimiento nacional, democrático, libertario y patriótico, que se visualizó no solo en los técnicos que pasaron a reforzar el equipo de plan de gobierno, sino también en el ensanchamiento de Gana Perú con contingentes completos de militantes de otros partidos (como Fuerza Social) que hicieron campaña, vigilaron los votos en las mesas y se movilizaron en los tramos fundamentales de la segunda vuelta, sino también con colectivos sociales y ciudadanos que han sido el factor decisivo para lograr ese gran frente que se resistió a la involución autoritaria que se condensó en Fuerza 2011.


Gana Perú tiene entonces un espectro democrático que da la talla para construir el gobierno de concertación nacional y de ancha base como se espera ocurrirá en la conformación del primer gabinete con cuadros de los partidos democráticos y figuras independientes, y que tenemos más de indicio de cómo funcionará en el nuevo Congreso con las alianzas para la elección de la presidencia y mesa directiva, la conformación de las comisiones, y otros pasos claves a sucederse en el edificio de la Plaza Bolívar.


Un punto que si resulta difícil de predecir es si el nuevo gobierno lograra expresar intereses mayores a su base social popular. Las medidas de gobierno que inicien este mandato, que en parte se verá en el anuncio y presentación del gabinete es un asunto clave para saber cual es la disposición del primer mandatario juramentado y en funciones (antes puede ser contraproducente) para dar tranquilidad a quienes desde la derecha presionaban por colocarle las reglas al presidente electo. El mensaje de asunción de mando despejara toda duda de las orientaciones centrales del nuevo gobierno.


Sin embargo, el Presidente Humala ha señalado que cumplirá su compromiso con quienes lo apoyaron porque responden a un cambio largamente negado. Por tanto, lo que se espera de él es que estas medidas puedan dar cuenta del interés por cautelar las libertades y derechos fundamentales, los avances en las reformas democráticas, y las coordenadas esenciales del proceso económico, que no significa tampoco dejar que las cosas sigan iguales, sino que de acuerdo con lo fundamental de la propuesta de Gana Perú, se hagan los reajustes para las urgentes medidas en el terreno de las políticas sociales que la mayoría de peruanas y peruanos esperan y que marcarían el cambio en democracia, y constituyen todas en conjunto el punto de inflexión de la actual situación de más de veinte años de hegemonía de las políticas neoliberales que con algún mecanismo compensatorio en lo social -las reformas de segunda generación que tanto reivindicaba Keiko Fujimori- venimos viviendo en el Perú. Es entonces cuando, llegado el momento de hacer el ajuste social del programa económico, debamos de recordarle al Presidente aquella conseja popular “no se pueden hacer tortillas sin romper huevos”, por tanto, algunos intereses tendrán que verse afectados para hacer posible un enérgico programa de redistribución social y abrir curso a la justicia, la equidad y la inclusión.


Siendo este el panorama respecto al Gobierno para todos, encontramos que el punto más difícil es la reconciliación nacional. Al respecto una duda nos asalta e interpela: ¿Existen condiciones para una reconciliación nacional? ¿Qué significa esta reconciliación? ¿Significa acaso el perdón para todos, la exculpación por razones políticas, el alargamiento de un régimen de gollerías y ganancias sin control para las empresas? ¿Es posible la reconciliación nacional entre asesinos y victimas, o sus familiares? ¿Se abrirá paso a una ley de amnistía o quizá pueda ser considerado uno o algunos indultos por razones humanitarias? ¿Se bajara la guardia en el celo anticorrupción? ¿Alan Garcia se acogerá a algún artificio que lo exculpe de posibles peculados en su gobierno, o partirá al exilio protegido para esperar sean sobreseías las posibles acusaciones? ¿Se abrirá un interregno legal para los casos comprobados, la impunidad será una política tan semejante e innoble como la criollísima actitud de hacerse el huevón?

Como vemos es este es el terreno más escabroso para la nueva gestión, si de un lado la distinción de un gobierno que coloca lo social como primer punto de su agenda, no puede ser menos respecto a determinar las condiciones para una auténtica reconciliación nacional, basada en la verdad y la justicia, pues la memoria de los agraviados de siempre no olvida, donde el crimen y la sacada de vuelta, el latrocinio descarado no merece perdón. La moral cristiana católica siempre nos enseñó con Jesús ofrecer la otra mejilla a quienes nos han ofendido, y hasta en la liturgia nos dice “Pax Domini Sit Semper Vobiscum” (“La paz del Señor sea siempre con vosotros”). Pero la paz del Señor ni de la patria puede ir con nosotros si el precio es la traición, ni olvidando a nuestros agresores. La injusticia no puede apacentar mansedumbres sino más bien moviliza a quienes sienten indignación y no pueden aceptar el llamado a la paz y reconciliación en medio de la ignominia.


Por eso el Presidente electo no debe olvidar sus recientes declaraciones al recibir sus credenciales cuando se comprometió a gobernar con humildad y con prudencia, pero también nos compartió su sueño, en aquella misma oportunidad, de lograr una patria grande, una patria justa, que por supuesto es también una patria unida, firme y feliz como nos lo recordaba Sebastián Salazar Bondy cuando en su crítica al centralismo limeño abogaba por una verdadera descentralización donde no pierdan las provincias ni la metrópoli, sino que signifiquen el triunfo final del país: “Así se retornará a la legitima comunidad esa que está levantada sólidamente sobre las bases de la reciproca admiración sin rencores ni escisiones, tal como destella el símbolo peruano ‘Firme y feliz por la unión’ ".[1]


[1] La ciudad que semeja el país”. Publicado en La Prensa el 16 de febrero de 1956. Recopilado por la UNMSM en la antología “Recuperar la ciudad perdida

miércoles, 22 de junio de 2011

RECONCILIACIÓN NO ES CLAUDICACIÓN




¿Se imaginan a los criminales de guerra nazis, juzgados en Núremberg, liberados en aras de la reconciliación en Alemania de la postguerra? O quizá a Idi Amin Dada, ese dictador africano que hasta se comía a sus opositores políticos y que fue llamado en justa analogía “El Hitler negro”, ¿se lo imaginan libre de polvo y paja, recorriendo las calles de Uganda como si nada, sin siquiera un cargo de conciencia de los 300,000 viles asesinatos que cometió? ¿Acaso se pueden olvidar las imágenes de pesadilla de las afueras de Sarajevo, cercada por las fuerzas serbobosnias comandadas por Radovan Karadzic, sembrada de 12 mil cadáveres o de Srebrenica donde 8 mil musulmanes fueron asesinados por el odio racial y la locura por el poder durante la guerra que estalló en la ex Yugoslavia? ¿Creen ustedes que el Tribunal Penal Internacional de La Haya que ha empezado su juzgamiento, en aras de la reconciliación entre serbios y bosnios liberaría a este masacrador de miles de civiles indefensos, niños, mujeres y ancianos? ¿El mundo ha olvidado acaso las muertes en Camboya, mal llamada Kampuchea Democrática, a cargo del Khmer Rouge (jemer rojo), secta comunista fanática que perpetró un genocidio contra su propio pueblo, eliminando casi una cuarta parte de su población en aras de una sociedad supuestamente igualitaria?. ¿Podemos considerar justo que, salvo Pol Pot que murió antes de ser procesado, los principales criminales del jemer rojo puedan ser declarados inocentes de esta carnicería?


En nuestro continente, aun esta fresca la sangre de las víctimas del siniestro François Duvalier, “Papá Doc”, dictador haitiano que recurrió a las prácticas del vudú y sus paramilitares para instaurar un régimen de terror que fue heredado -vaya coincidencia-, por su hijo “Baby” Doc. Pero más coincidencias: Duvalier Padre fue elegido Presidente, se hizo dictador, modificó la constitución para quedarse en el poder como Presidente Vitalicio, tuvo su propio “Grupo Colina” llamado Tonton Macoute (Voluntariado de la Seguridad Nacional); pero además manipuló ante el Vaticano para designar su propia jerarquía católica, inclusive construyó su propia ciudad “Duvalierville” con un impuesto especial que derivaba en sus cuentas privadas. Para mayores señales, este déspota firmó una alianza con el generalísimo Rafael Leónidas Trujillo, el dictador dominicano de quien da cuenta la novela de MVLL “La fiesta del Chivo” y al cual no nos referiremos pues la novela y la historia política pueden testimoniar más acerca de sus infamias. Ambos murieron sin ser juzgados ni condenados, pero sus cómplices si fueron encerrados a largos años de prisión los cuales no fueron por ningún argumento ni perdonados ni conmutados. ¿Se imaginan a algún gobernante haitiano concediendo amnistías a estos asesinos alquilados por la dinastía Duvalier con el supuesto de garantizar la paz y la reconciliación luego del devastador terremoto que destruyó esta isla pobrísima en el 2010, o a los militares y paramilitares que gobernaron y asesinaron con Trujillo en República Dominicana que indultados por la gracia presidencial para cortar por lo sano con todo el odio que dejaron estos criminales? Para que decir más de los crímenes de las dictaduras del cono sur, sabemos muy bien acerca de lo ocurrido en Argentina con Videla y en Chile con Pinochet durante los 70, para no mencionar los casos de Uruguay durante el vergonzante pacto de los militares con Juan María Bordaberry, en Brasil luego del golpe a João Goulart en 1964 y la gran represión desatada contra el movimiento social. Junto a asesinatos, torturas, desapariciones, también hubo saqueo de las arcas públicas, robos millonarios depositados en cuentas cifradas, propiedades públicas enajenadas por particulares, grandes negociados con los bienes del Estado, hasta el tráfico de niños arrancados de los brazos de sus padres por sus asesinos, inclusive recién nacidos apenas separados de sus madres después del parto, y luego dados en adopción a los propios militares o civiles coludidos con los criminales.


En todos estos hubo investigaciones de estos crímenes abyectos, se realizaron procesos públicos y garantizados para actuar en nombre de la sociedad en estricto sentido de justicia. Hubo condenados y salvo algunos intentos como las leyes de punto final y obediencia debida en Argentina para cancelar el proceso a los militares asesinos, o las triquiñuelas de los abogados de Pinochet para evitar que vaya a prisión o sea extraditado. Pero se hizo justicia y la mayor parte de los inculpados cumplieron y cumplen su condena. En medio de toda esta podredumbre moral hubo gestos nobles como los de Ernesto Sábato que presidió la Comisión sobre los Desaparecidos en Argentina, o el propio presidente Kirchner que se opuso a la tentativa de los militares de buscar la impunidad, o la del juez español Baltazar Garzón que hizo posible la extradición de Pinochet desde Inglaterra y que aun con las presiones recibidas desde un pinochetismo militante y poderoso que amenazaba a la gobernabilidad, el gobierno de la Concertación nunca cedió un milímetro respecto a su decisión que el futuro solo era posible haciendo justicia.


En el caso peruano, la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), creada el 2001 durante el gobierno de transición del Presidente Paniagua, surgido con el desplome del régimen fujimontesinista. Justamente el extenso informe resultado de una pulcra y prolija investigación da cuenta de que el conflicto armado interno tiene como principales responsables principales de las muertes y destrucción que sufrió el país a Sendero Luminoso y el MRTA, pero muchas de las muertes, desapariciones y torturas fueron resultado de la acción de la policía y las FF.AA. a partir de la implementación sistemática de una estrategia antisubversiva que incubó como una condición favorable la interrupción castrense del proceso político que se concretó en el golpe de Estado de 1992 fraguado por Fujimori y Montesinos con la cúpula castrense. La auto justificación del quiebre de la democracia, de una imagen victoriosa de las fuerzas armadas que escondía una conducción contrasubversiva proclive a la violación de los Derechos Humanos y que se propuso una tregua y posterior alianza con el narcotráfico, de las cuales obtuvo enormes beneficios Vladimiro Montesinos y otros civiles y militares que formaron parte de la mafia, verdadero poder durante los gobiernos de Alberto Fujimori. Los costos de esta enorme garrapata que succionaba recursos del Estado, que inoculaba la toxina terrible de la corrupción en las instituciones donde concentraba su poder, compraba congresistas, políticos, dueños de medios de comunicación, empresarios, mientras terminaba de destruir todo vestigio de democracia, dirigía y financiaba escuadrones de la muerte y acallaba cualquier denuncia de algo terrible venía ocurriendo dentro del país, se venía matando, torturando y desapareciendo a muchos peruanos inocentes, hechos que al final fueron develados en toda su gravedad por la CVR.


Alberto Fujimori fue condenado a 25 años. Su responsabilidad en la orden y operatividad del Grupo Colina ejecutante directo de los crímenes de los estudiantes y el docente de La Cantuta, y de la masacre en Barrios Altos fue palmariamente demostrada. A esto se suma el otro juicio donde asume su responsabilidad en los actos de corrupción que explican su inmensa fortuna producto del robo descarado de las arcas fiscales.


La posibilidad de que Fujimori sea liberado siempre fue un tinglado armado por sus huestes desde el momento que fue extraditado, durante el juicio se ensayaron diversos artilugios legales para exculparlo, pero la justicia también llega a los poderosos y fue condenado. Posteriormente, la estrategia del fujimontesinismo se trasladó de los tribunales a la política y su hija Keiko, candidata a la presidencia ahora derrotada, nunca aceptó la culpabilidad de su padre, menos la justeza de la sentencia, con el sonsonete de que el mejor presidente de la historia del Perú y su pretendida inocencia, prometió que lucharía por la libertad del Chino infame por ser clamor popular. Junto a la presión al poder judicial, al propio tribunal constitucional, que parece tiene una resolución que puede llevar a la declarar nula la sentencia que se aplicó a Fujimori, los reiterados chantajes mediáticos de los fujimoristas que no vacilaran para emplear su representación congresal para demandar de manera directa o velada la libertad del criminal, se suman los arreglos por debajo de la mesa con Alan García, un cambalache de indulto por impunidad, parece vienen caminando, e inclusive se vienen cercando al presidente electo Ollanta Humala para presionar desde la opinión pública para que se le conceda el indulto. La primera reunión entre García y Humala parece tuvo como parte de la agenda el asunto del indulto, y por allí se dice que el tema aun cuando no está en agenda se tendrá que tratar desde un primer instante en el nuevo gobierno si antes el Cristo de Alan no hace un nuevo milagro a favor de la liberación del mayor enemigo público de la historia peruana.


Los pretextos que se quieren dar ahora son los mismos de siempre: Reconciliación nacional, olvido y perdón, razones humanitarias para un enfermo declarado como de “alto riesgo” por su depresión y que no está atacado por un cáncer terminal. El reo Fujimori nunca tuvo compasión ante sus víctimas, ni siquiera un atisbo de humanidad al ordenar sus crímenes, ningún remordimiento al sumir al país en la letrina moral de sus gobiernos fulleros.


Presidente Ollanta Humala, ¿está usted dispuesto a lograr la estabilidad política de su gobierno aun al costo de liberar a un criminal comprobado y condenado por violador de los Derechos Humanos? ¿Cuál cree que será el siguiente acto de Alberto Fujimori una vez libre? ¿No se imagina que el fujimorismo, fortalecido con su líder liberado, se volcará desde la oposición política y sus mecanismos golpistas a preparar su derrocamiento? ¿No se da cuenta que si usted decide la libertad de Fujimori habrá derrotado a la justicia y la esperanza de mucha gente que votó por usted y contra la regresión autoritaria, criminal y corrupta del fujimontesinismo? ¿Ha tomado en cuenta que tendrá que abrir las puertas de la impunidad para todos los criminales socios de Alberto Fujimori, inclusive a la liberación de Vladimiro Montesinos? Piénselo Señor Presidente, la excarcelación de Alberto Fujimori significaría convertir la derrota política del fujimontesinismo en una victoria, y convertir el triunfo todavía precario de la democracia y la dignidad en una humillante involución a favor del autoritarismo y la impunidad. De suceder, muchos sentiríamos que todo lo que se hizo por usted durante esta campaña no ha servido de nada. Medite Señor Presidente: Reconciliación no es claudicación.




domingo, 19 de junio de 2011

FELIZ DÍA DEL PADRE, REO FUJIMORI

Si, pese a todo he querido saludarlo, porque usted es padre también. Sin embargo, no sé qué significa para usted la condición de padre, pero estoy seguro que en la intimidad de su hogar fue abrazado más de una vez por sus hijos y usted respondió afectuosamente el cariño. Se lo pregunto porque no creo que haya olvidado usted que muchos padres e hijos fueron privados durante su mandato de esta simple demostración de amor. Usted dirá que no sabe a qué me refiero, pero detrás de su ceño fruncido o su risita cachosa está la verdad: Si lo sabe perfectamente pero ahora quiere callarlo. Usted ha sido condenado a 25 años de prisión efectiva por crímenes que se cometieron durante la dictadura que impuso a sangre y fuego entre los años 1992 y 2000. Por eso no estamos refiriéndonos a un asunto por usted desconocido, pero para refrescarle su memoria debo decirle por ejemplo que usted ordenó la muerte de muchas personas, como aquellas quince personas indemnes que incluyeron mujeres y niños que fueron asesinados a balazos en un humilde solar de Barrios Altos por el comando paramilitar que usted armó y financió. Igual que aquel profesor y los estudiantes de la Universidad Enrique Guzmán y Valle, ¿no lo recuerda?, mejor conocida como La Cantuta, ¿Ahora sí?, qué bien, porque hay que debo hacerle recordar que usted hizo secuestrar, acribillar y luego quemar a estar nueve personas por sus esbirros del grupo Colina. ¿Acaso cree que el Perú olvida que hizo matar a ese bravo dirigente Pedro Huillca sólo porque pensaba diferente a usted, pues siempre pensó que las organizaciones sindicales eran un obstáculo a los intereses económicos que usted siempre defendió al igual que los suyos? A usted me dirijo ahora Reo Fujimori, y repito, es usted solo un reo, un convicto, pues me resulta repugnante decirle ex Presidente, pues usted ha deshonrado a nuestro país y me niego a reconocer como ex gobernante legitimo del Perú a quien asesinó deliberadamente a muchos peruanos y peruanas, entre ellos a muchos que tal vez hoy estarían también esperando su saludo por el día del padre, usted se preció de ser el artífice de una estrategia en la lucha contra la subversión, que en parte fue dedicada a implementar una política encubierta de violación sistemática de derechos humanos. Acaso no vimos sus gestos de soberbia muchas veces en televisión, cuando pasaba a explicar en lugar del Ministro de Defensa, otro criminal preso como usted como el general Nicolás de Bari Hermosa Ríos, o de su asesor y más bien su socio en esta empresa de muerte que fundaron, el ex capitán Vladimiro Montesinos Torres, las bondades de su política contra el terrorismo con la cual esperaba ganarle la guerra a Sendero Luminoso. Ahora sabemos la verdad, que ni usted atrapó a Guzmán y parte de su camarilla, fue un grupo de inteligencia policial desfavorecido de las prebendas del poder político, mal abastecido y peor financiado quien produjo la captura del siglo mientras usted pescaba plácidamente en algún río o lago del país. Sabemos también que usted no ganó ninguna guerra contra el terrorismo, este fue derrotado por la propia gente, por los ronderos y comunidades campesinas que se le enfrentaron derrotando primero el miedo a las represalias y que las fuerzas armadas si algo hizo fue utilizarlos como carne de cañón, armándolas con escopetas de caza y lanzándolas frente a las columnas senderistas. Si sabemos que las fuerzas armadas, con su complacencia, secuestraron, torturaron, asesinaron y desaparecieron a mucha gente, bajo el supuesto de ser terroristas. Esta es la política antisubversiva que usted concibió, planificó y ordenó ejecutar a los mandos militares que le fueron adictos, y que le debían obediencia por miedo y por ser sus cómplices –y del Doc- para aprovecharse del Estado e inclusive sacar provecho en la protección de ese otro poder oculto que es el narcotráfico. ¿Y quiere usted que olvidemos todo esto?, justamente ahora que sus incondicionales del derrotado partido que quiso llevar a su hija a la Presidencia de la República, hoy que aun rumia la cólera por no haber alcanzado la victoria que el pueblo le ha negado, triunfo que le hubiera permitido iniciar la restauración de su siniestra figura en el poder, ese poder que significó para nuestro país años de oprobio, de impunidad y de abuso de poder. Por todo eso, reo Fujimori, le envío desde aquí el saludo de los que no olvidamos por el día del padre, para que usted hoy o mañana, recuerde en ese desfile interminable de imágenes fantasmales, las victimas de su gobierno, de su desprecio de la vida, de su enfermiza vocación de poder por encima de todos y todas, no importando la enorme importancia de ser padre que usted ordenó arrebatar con crueldad y furia desmedidas. Feliz día del Padre, y esperemos que pueda vivir muchos años más, o los suficientes para cumplir con su condena, y que su longevidad pueda ser imperturbable, lo decimos porque no creemos que usted se encuentre muy enfermo, y que nos hemos dado cuenta que la patraña que han montado sus secuaces no permitirá que la gente se conmueva y pida que usted sea puesto en libertad. Porque esperamos que Alan García no se atreva a darle el ansiado indulto, ni el poder judicial o el congreso, o algún medio permita que sea usted excarcelado. Porque usted se merece esta prisión, pues en ningún lugar del mundo sería justo que un padre pueda ser perdonado por el asesinato de sus propios hijos.

jueves, 9 de junio de 2011

LA GRAN RESPONSABILIDAD



El enorme respaldo obtenido por Ollanta Humala entre los más pobres del Perú es una deuda contraída con la mayoría de la sociedad peruana.


El análisis de las estadísticas electorales de la primera elección y esta segunda vuelta en este sentido son categóricos. Los resultados permiten establecer una superposición entre el mapa político y el mapa social, o mejor, el de pobreza en el país sin mayores dudas. Lo anterior refuerza la idea de que si existe un compromiso del Presidente electo es justamente con estos sectores.


Pero, para pagar esta deuda social el nuevo gobierno no debe recurrir a las formulas del viejo o nuevo populismo que en lugar de ciudadanos crea clientelas. Se trata de acentuar aquello postulado como síntesis de su propuesta programática: Crecimiento con inclusión social. Si estas coordenadas del desarrollo son ratificadas efectivamente se estará en el camino de cumplir con la deuda, y el gobierno de Ollanta será por fin un pionero para lograr ese difícil equilibrio entre desarrollo económico y desarrollo social.


Por lo demás, de ser esto posible, demostrará la validez de las críticas a las políticas económicas respecto a que la formula que maximizaba el crecimiento económico, basado en indicadores macroeconómicos en azul pero con cifras en rojo en el bienestar social, hace rato que mostró sus límites.


Y es que esta manera de encarar el desarrollo, no sólo no logró los beneficios esperados para todos sino que ponía en peligro la gobernabilidad política y la propia sostenibilidad del ansiado crecimiento sostenible al convertirse en un obstáculo a las bases del sistema social, a la economía y el propio ejercicio de la política.


Por ello, las políticas a implementarse desde el nuevo gobierno constituyen una oportuna corrección al modelo que en 20 años ha estado bajo una clara hegemonía neoliberal, y abre el terreno a un andamiaje que basado en la más amplia concertación, pueda modificar las reglas sobre las cuales se ha venido gobernando.


La inclusión social es sobre todo un acto de justicia, un reconocimiento de hacer de todos ciudadanos de primera categoría, y que para esto requerimos un Estado distinto. Pero tampoco se trata de hacer algo totalmente diferente a lo que está instituido en el régimen político actual de democracia representativa que todos hemos aceptado -siguiendo a Giovanni Sartori- como un consenso básico.


Por ello es que la concertación que se ha iniciado desde el gobierno que se instalará desde julio deberá partir de principios centrales como: Derechos Humanos para todos, lucha contra la pobreza, plena función redistributiva desde el Estado, etc. Pero hay que avanzar a partir de este consenso para llegar a otras formas superiores de consenso desde los cuales se pueda marchar a poner en discusión un modelo de desarrollo desde el cual se pueda promoverse y construirse el futuro.


Esta visión de desarrollo debe partir de un pleno reconocimiento de la persona humana como centro del desarrollo, inclusive no sólo aceptar la idea de mejorar las políticas sociales para hacer frente a los efectos de ciertas políticas económicas, sino de variar el eje de comprensión del rol y la responsabilidad estatal. Las visitas de los políticos y representantes de los gremios de los agentes económicos que han empezado a darse en estos días constituyen un buen síntoma, que permite superar las dudas e incertidumbres en las cuales emerge el nuevo gobierno.


Esto inspira calma y confianza, sin embargo no debemos olvidar que por ahora tenemos a los más agudos detractores de cualquier giro de la economía en silencio. Pero esto no durará mucho tiempo.


Adoptadas las primeras medidas saldrán al frente para defender la ortodoxia de sus enfoques. Será momento entonces de recordarles que entre economía y sociedad hay un continuo que no se puede romper, y que no habrá crecimiento efectivo sino logramos romper las barreras de la desigualdad social.


Será entonces el momento de decidir y de recordarle al Presidente Ollanta la enorme responsabilidad que ha contraído a partir del 5 de junio. Y con quienes.

martes, 7 de junio de 2011

AL DIA SIGUIENTE



Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, los líderes espartaquistas, fundadores del Partido Comunista Alemán, asumieron en el segundo decenio del siglo pasado la conducción del movimiento obrero revolucionario con la predica de que el capitalismo como resultado de su más profunda crisis estaba próximo a su desplome y por tanto las condiciones para iniciar la revolución socialista estaban maduras.


La teoría del derrumbe, como se conoció a estas tesis, acusadas de deterministas, y duramente discutidas dentro de las corrientes del marxismo de esa época, partía de dar por ciertos algunos supuestos teóricos económicos e históricos a partir de una lectura de Marx en El Capital, y que de acuerdo a cierta interpretación apologética deberían llevaban al límite la acumulación del capital y a una crisis final que favorecía el estallido revolucionario. La coyuntura de 1919 tuvo como epilogo la derrota de los comunistas alemanes y el asesinato de estos dos revolucionarios.


Hoy, ante el triunfo reconocido de Ollanta Humala, no son los marxistas quienes vaticinan el colapso del capitalismo, sino la derecha variopinta que ha salido a clamar el respeto al modelo económico, al cual no se le puede tocar ni un pelo a riesgo que se caiga.


En esta avanzada aparecen los testaferros conocidos como PPK que salió días antes de las elecciones (y desde la primera vuelta) e inclusive durante el mismo día de las elecciones, a difundir similares pronósticos negativos y profetas como Jaime de Althaus que se precian de anticipar el fracaso rotundo del nuevo gobierno aún no proclamado oficialmente.


Dentro de este pelotón de agoreros también aparecen confundidos algunos rebuscados economistas o legos metidos al análisis político que terminan contrabandeando predicciones catastróficas a partir de ejercicios de economancia (mitad economía y mitad quiromancia).


¿Qué dicen los signos apocalípticos que nos han mostrado estos aprendices de brujo?: Buscan demostrar que la primera reacción al triunfo de Gana Perú puede verse en que cayó la bolsa de Lima en un 12,45%, en inversiones que se han paralizado semanas atrás, anticipan que los ahorros empezarán a ser retirados en masa, y que las trasnacionales están repensando su presencia en el Perú ante el riesgo de un régimen estatista que expropiará todo lo que huela a extranjero.


De lo que se sabe es que el mercado bursátil es fluctuante pero no dice todo sobre la marcha de la economía, sino que está sujeto a los especuladores de siempre, aspirantes a hacer de la pobretona bolsa limeña una sucursal de Wall Street neoyorquino e imitadores inescrupulosos de Gordon Gekko, prometeico personaje del film del mismo nombre.


Los otros fenómenos son normales y esperados. En escenarios de incertidumbre estas reacciones son comunes, pues los agentes económicos no juegan con las reglas de la política, pero no arriesgan su patrimonio en situaciones donde los elementos que configuran niveles de seguridad para las inversiones no hayan sido esclarecidos. Que los pequeños cuenta ahorristas quieran retirar sus fondos de las entidades bancarias es parte de una corrida frente al miedo, y no pasa de una reacción poco significativa respecto a donde y con quien está la mayor fortuna del país.


Por de pronto, es sabido que Ollanta Humala está rodeado de gente experta que puede capear el temporal. Entre sus expertos hay ex presidentes del BCR, en otras instituciones de la economía con funciones de regulación y control, que son las que desde el neo institucionalismo, permiten que funcione la economía aun cuando hay imperfecciones o externalidades que pueden afectar su desempeño.


De momento, algunos personajes de la política, con la vocinglera comparsa de algunos medios. Por ejemplo, se le pide a Ollanta claridad de posiciones, señales claras, seguridades de que el modelo económico no será tocado, si bien no se clama por la seguridad jurídica, por el buen control del riesgo-país, sino la designación del primer ministro, pero más precisamente el ministro de economía, del director del BCR entre otros.


Pero ¿cuál es el temor de nuestros amigos?, sin duda disipar los riesgos a alterar los inconvenientes de un gobierno no esperado y contentar a los principales decisores en materia económica mediante la designación anticipada de ciertos personajes abiertamente continuistas, bajo el supuesto que cualquier incoherencia programática de Ollanta pasará por el cedazo de los personajes que se promueven desde la derecha para copar el gabinete de Ollanta Humala.


Lo que pide la derecha ilustrada e ignara, según sea el caso, en el fondo es la sujeción al capital, no el seguimiento de una hoja de ruta sino la adhesión a una carta de compromiso con los poderes facticos.


Niegan la capacidad del equipo de Gana Perú para gobernar, desconfían de un gobierno de ancha base, y la posibilidad de frente a este se encuentren las diversas fuerzas nacionalistas e izquierdistas y abriéndose a otros sectores que quieran converger en este escenario.


Por último, siguen en sus trece de vender la idea excluyente de que para garantizar un gobierno que siga implementando las políticas de corte neoliberal, los designados deben ser necesariamente de sus filas.


Esta es la peor forma de la derecha para responder los llamados a la concertación nacional, sin tener en cuenta que el gobierno aprista saliente tiene todavía dos meses más y que es requerido iniciar los prolegómenos para avanzar a una transferencia ordenada. Sin embargo el electo presidente Humala debe escuchar estas críticas y exigencias, y es correcta la primera medida adoptada para constituir el equipo de transferencia de gobierno.


Pero debe tomarse su tiempo para ir concertando su gabinete que nos parece debe ser muy amplio, abierto y plural como condición de un gobierno de ancha base, que no solo predique sino haga la concertación. Pero la concertación a partir de que las relaciones entre las fuerzas sean simétricas y dispuestas al diálogo y no a la imposición.


Pero no se trata de ceder al chantaje desde la grita de la derecha, ni los cantos de sirena de sus economistas, sino de un acuerdo de punto fijo para garantizar crecimiento y desarrollo, inclusión social y democracia.


No se trata de garantiza la continuidad del modelo económico, sino de una economía que crezca pero que incluya a la mayoría del país a través de políticas sociales que efectivamente redistribuyan. Esta es la principal deuda que deberá asumir el nuevo gobierno, que no dejará de lado el compromiso con los inversores nacionales y extranjeros, pero que no esta dispuesto a seguir sacrificando a la mayoría de los peruanos para que estos sigan engordando sus remesas al exterior. Sin inclusión no hay desarrollo.


La reconciliación es otra parte del acuerdo de punto fijo. Para ello se deben delimitar las fronteras de la democracia y la pluralidad, y sobre lo cual nos ocuparemos extensamente en una siguiente entrega.


Sólo adelantaremos que la democracia que se trata de entender una moderna relación entre partido gobernante y las fuerzas políticas presentes en el congreso, y otros sectores políticos que tienen responsabilidad en otros niveles del Estado, y entre estas y la sociedad civil. Lo segundo es que la democracia debe garantizar los niveles de pluralidad y tolerancia entre sectores que no buscan mantener posiciones antagónicas.


Se trata por tanto de establecer qué aspectos de la democracia son sustanciales para su fortalecimiento. Por ejemplo hay que poner en la agenda temas sensibles como la independencia del poder judicial, de la reforma del congreso, la reducción del presidencialismo, las garantías y protección de los Derechos Humanos, la ratificación de los principios de justicia frente a las tentativas de impunidad, la lucha frontal contra la corrupción, entre otros.


Pero estamos seguros que la vieja derecha mantendrá su extremismo e intolerancia, su matriz fundamentalista respecto a su sesgado liberalismo económico, inclusive por encima de las razones de Estado o de los intereses de la mayoría de los peruanos. Persistirá en su campaña de terrorismo blanco, agitando el temor de un desplome económico más aparente e interesado que real. Si como dimos cuenta del trágico destino de Luxemburgo y Liebknecht, quienes murieron en su intento de hacer la revolución ante la inminencia del derrumbe del capitalismo, nos preguntamos ¿A qué está dispuesta la derecha para seguir sosteniendo los anuncios de una catástrofe por la elección de Ollanta Humala?

AL DIA SIGUIENTE



Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, los líderes espartaquistas, fundadores del Partido Comunista Alemán, asumieron en el segundo decenio del siglo pasado la conducción del movimiento obrero revolucionario con la predica de que el capitalismo como resultado de su más profunda crisis estaba próximo a su desplome y por tanto las condiciones para iniciar la revolución socialista estaban maduras.



La teoría del derrumbe, como se conoció a estas tesis, acusadas de deterministas y duramente discutidas dentro de las corrientes del marxismo de esa época, partía de dar por ciertos algunos supuestos teóricos económicos e históricos a partir de una lectura de Marx en El Capital, y que de acuerdo a cierta interpretación apologética deberían llevaban al límite la acumulación del capital y a una crisis final que favorecía el estallido revolucionario. La coyuntura de 1919 tuvo como epilogo la derrota de los comunistas alemanes y el asesinato de estos dos revolucionarios.



Hoy, ante el triunfo reconocido de Ollanta Humala, no son los marxistas quienes vaticinan el colapso del capitalismo, sino la derecha variopinta que ha salido a clamar el respeto al modelo económico, al cual no se le puede tocar ni un pelo a riesgo que se caiga.



En esta avanzada aparecen los testaferros conocidos como PPK que salió días antes de las elecciones (y desde la primera vuelta) e inclusive durante el mismo día de las elecciones, a difundir similares pronósticos negativos y profetas como Jaime de Althaus que se precian de anticipar el fracaso rotundo del nuevo gobierno aún no proclamado oficialmente.



Dentro de este pelotón de agoreros también aparecen confundidos algunos rebuscados economistas o legos metidos al análisis político que terminan contrabandeando predicciones catastróficas a partir de ejercicios de economancia (mitad economía y mitad quiromancia).



¿Qué dicen los signos apocalípticos que nos han mostrado estos aprendices de brujo?: Buscan demostrar que la primera reacción al triunfo de Gana Perú puede verse en que cayó la bolsa de Lima en un 12,45%, en inversiones que se han paralizado semanas atrás, anticipan que los ahorros empezarán a ser retirados en masa, y que las trasnacionales están repensando su presencia en el Perú ante el riesgo de un régimen estatista que expropiará todo lo que huela a extranjero.



De lo que se sabe es que el mercado bursátil es fluctuante pero no dice todo sobre la marcha de la economía, sino que está sujeto a los especuladores de siempre, aspirantes a hacer de la pobretona bolsa limeña una sucursal de Wall Street neoyorquino e imitadores inescrupulosos de Gordon Gekko, prometeico personaje del film del mismo nombre.



Los otros fenómenos son normales y esperados. En escenarios de incertidumbre estas reacciones son comunes, pues los agentes económicos no juegan con las reglas de la política, pero no arriesgan su patrimonio en situaciones donde los elementos que configuran niveles de seguridad para las inversiones no hayan sido esclarecidos. Que los pequeños cuenta ahorristas quieran retirar sus fondos de las entidades bancarias es parte de una corrida frente al miedo, y no pasa de una reacción poco significativa respecto a donde y con quien está la mayor fortuna del país.



Por de pronto, es sabido que Ollanta Humala está rodeado de gente experta que puede capear el temporal. Entre sus expertos hay ex presidentes del BCR, en otras instituciones de la economía con funciones de regulación y control, que son las que desde el neo institucionalismo, permiten que funcione la economía aun cuando hay imperfecciones o externalidades que pueden afectar su desempeño.



De momento, algunos personajes de la política, con la vocinglera comparsa de algunos medios. Por ejemplo, se le pide a Ollanta claridad de posiciones, señales claras, seguridades de que el modelo económico no será tocado, si bien no se clama por la seguridad jurídica, por el buen control del riesgo-país, sino la designación del primer ministro, pero más precisamente el ministro de economía, del director del BCR entre otros.



Pero ¿cuál es el temor de nuestros amigos?, sin duda disipar los riesgos a alterar los inconvenientes de un gobierno no esperado y contentar a los principales decisores en materia económica mediante la designación anticipada de ciertos personajes abiertamente continuistas, bajo el supuesto que cualquier incoherencia programática de Ollanta pasará por el cedazo de los personajes que se promueven desde la derecha para copar el gabinete de Ollanta Humala.



Lo que pide la derecha ilustrada e ignara, según sea el caso, en el fondo es la sujeción al capital, no el seguimiento de una hoja de ruta sino la adhesión a una carta de compromiso con los poderes facticos.



Niegan la capacidad del equipo de Gana Perú para gobernar, desconfían de un gobierno de ancha base, y la posibilidad de frente a este se encuentren las diversas fuerzas nacionalistas e izquierdistas y abriéndose a otros sectores que quieran converger en este escenario.



Por último, siguen en sus trece de vender la idea excluyente de que para garantizar un gobierno que siga implementando las políticas de corte neoliberal, los designados deben ser necesariamente de sus filas.



Esta es la peor forma de la derecha para responder los llamados a la concertación nacional, sin tener en cuenta que el gobierno aprista saliente tiene todavía dos meses más y que es requerido iniciar los prolegómenos para avanzar a una transferencia ordenada. Sin embargo el electo presidente Humala debe escuchar estas críticas y exigencias, y es correcta la primera medida adoptada para constituir el equipo de transferencia de gobierno.



Pero debe tomarse su tiempo para ir concertando su gabinete que nos parece debe ser muy amplio, abierto y plural como condición de un gobierno de ancha base, que no solo predique sino haga la concertación. Pero la concertación a partir de que las relaciones entre las fuerzas sean simétricas y dispuestas al diálogo y no a la imposición.



Pero no se trata de ceder al chantaje desde la grita de la derecha, ni los cantos de sirena de sus economistas, sino de un acuerdo de punto fijo para garantizar crecimiento y desarrollo, inclusión social y democracia.



No se trata de garantiza la continuidad del modelo económico, sino de una economía que crezca pero que incluya a la mayoría del país a través de políticas sociales que efectivamente redistribuyan. Esta es la principal deuda que deberá asumir el nuevo gobierno, que no dejará de lado el compromiso con los inversores nacionales y extranjeros, pero que no esta dispuesto a seguir sacrificando a la mayoría de los peruanos para que estos sigan engordando sus remesas al exterior. Sin inclusión no hay desarrollo



La reconciliación es otra parte del acuerdo de punto fijo. Para ello se deben delimitar las fronteras de la democracia y la pluralidad, y sobre lo cual nos ocuparemos extensamente en una siguiente entrega.



Sólo adelantaremos que la democracia que se trata de entender una moderna relación entre partido gobernante y las fuerzas políticas presentes en el congreso, y otros sectores políticos que tienen responsabilidad en otros niveles del Estado, y entre estas y la sociedad civil. Lo segundo es que la democracia debe garantizar los niveles de pluralidad y tolerancia entre sectores que no buscan mantener posiciones antagónicas.



Se trata por tanto de establecer qué aspectos de la democracia son sustanciales para su fortalecimiento. Por ejemplo hay que poner en la agenda temas sensibles como la independencia del poder judicial, de la reforma del congreso, la reducción del presidencialismo, las garantías y protección de los Derechos Humanos, la ratificación de los principios de justicia frente a las tentativas de impunidad, la lucha frontal contra la corrupción, entre otros.



Pero estamos seguros que la vieja derecha mantendrá su extremismo e intolerancia, su matriz fundamentalista respecto a su sesgado liberalismo económico, inclusive por encima de las razones de Estado o de los intereses de la mayoría de los peruanos. Persistirá en su campaña de terrorismo blanco, agitando el temor de un desplome económico más aparente e interesado que real. Si como dimos cuenta del trágico destino de Luxemburgo y Liebknecht, quienes murieron en su intento de hacer la revolución ante la inminencia del derrumbe del capitalismo, nos preguntamos ¿A qué está dispuesta la derecha para seguir sosteniendo los anuncios de una catástrofe por la elección de Ollanta Humala?

lunes, 6 de junio de 2011

VIGILANDO TAMBIÉN ESTAMOS PARTICIPANDO

Ha ganado Ollanta, ha ganado la democracia, ha ganado el Perú. Este es un momento de reflexión para quienes consideramos que hemos ganado o perdimos. Para todos. Porque sabemos que lo más difícil no es ganar una elección sino gobernar, y desde un primer momento está claro que será muy difícil por las oposiciones internas y los obstáculos externos. Por ello hay que estar preparados para una etapa política convulsionada, donde las nuevas autoridades nacionales, el nuevo congreso y las instituciones democráticas deberán hacer sus mayores esfuerzos para superar la polarización social y política, y lograr la gran concertación nacional prometida, pero sin arriar las banderas de la lucha contra los crímenes contra el Estado y la sociedad, pues reconciliación entre peruanos no significa borrón y cuenta nueva. Sentimos la satisfacción de la tarea cumplida, individual o colectiva, pudimos decir No a Keiko, Fujimori nunca más. Apoyamos esta gesta para evitar que el pasado nos invada, que la dictadura regrese y con ella la continuidad de sus crímenes y la promesa de su impunidad. Hemos votado para la no rehabilitación de quienes hundieron el país en la miseria moral. Pero este apoyo, amigos de Gana Perú, no es gratuito, se han sumado a esta cruzada mucha gente, independientes o personas de partidos distintos, personalidades e instituciones a quienes prometimos un cambio en democracia. Y hay que cumplir. El apoyo recibido es un capital nada desdeñable, es una riqueza enorme para el reto de construir un Perú para todos y todas. Los que no aspiramos a subirnos al carro, y permanecer como ciudadan@s desde la sociedad, seguiremos día a día la evolución del nuevo gobierno. Ha concluido la batalla por la dignidad, ahora empieza la batalla de la ciudadanía por la libertad y la igualdad, por pasar del discurso a la acción para fortalecer la democracia, el desarrollo, la inclusión. Empieza la tarea tanto o más difícil que gobernar: Vigilar, pues la vigilancia ciudadana es una forma de participación en democracia, no queremos una democracia delegativa, por eso el apoyo del Perú que decidió este domingo jamás será un cheque en blanco.