lunes, 12 de mayo de 2014

"EL APRA NUNCA MUERE, COMPAÑERO"

A propósito de los noventa años de aprismo ¿Qué se fundó el 7 de mayo de 1924 en México? ¿Estamos hablando de un gesto que pretendió un movimiento político continental, del punto de inicio de un partido político peruano que oscilo entre la reforma y la revolución, o la del propio mito del viejo caudillo? No quise escribir nada a propósito del 7 de mayo. Que yo recuerde, en mi casa no fue ninguna efemérides pese a la militancia aprista de mis abuelos y tíos. Salvo el cumpleaños de Haya, dentro del partido –apelo a la memoria de mi infancia- no había nada más digno de celebrar. Pero sin embargo, era parte del calendario cívico-aprista. Pero, qué celebrar entonces. He leído por allí el entusiasmo alanista de un ex joven aprista radical Javier Barreda (“Aprismo y juventud a los 90”), y sorpresa, un mesurado articulo de Sandro Venturo (“Vive el APRA, compañeros”), pero ninguno da la clave al común mortal respecto al motivo de la celebración. Y creo que la interrogante es doble ¿qué se celebra? y ¿por qué celebrarlo? El 7 de mayo de 1924 Haya de la Torre, entrega -con el auspicio de Vasconcelos- a la Federación de Estudiantes de México la bandera indoamericana como la fundación oficial de la A.P.R.A. (Alianza Popular Revolucionaria Americana) cuyos principio antiimperialistas y nacionalistas se expresan recién en el artículo "What is the A.P.R.A." que apareció en la revista Labour Monthly en diciembre de 1926 donde se formula el “programa máximo” de la APRA. La primera célula aprista es la parisina formada en 1927. Es recién seis años después del gesto simbólico de la entrega de la bandera, que se funda el "Partido Aprista Peruano", un 20 de septiembre de 1930 con evidente propósito de participar en las elecciones que finalmente fue derrotado en 1931 ante Sánchez Cerro, pese a las denuncias de fraude. Bien, entonces hasta allí creo tener claridad para responder la primera interrogante, ha de celebrarse entonces la fundación histórica de la A.P.R.A. y no del partido aprista, hechos que se separan en el espacio tiempo y en el devenir de la historia de las ideas de Haya, lo cual conlleva intentar responder la segunda interrogante: Lo que se fundó realmente fue un Frente Único Indoamericano, un movimiento político principalmente mesocrático, con una ideología nacionalista y antiimperialista, relativista y evolucionista. El contexto de la fundación de la A.P.R.A. (que por comodidad y uso extendido diremos el APRA en adelante), se produce en una América Latina convulsionada, en plena expansión del imperialismo norteamericano, con un notable fortalecimiento de las luchas obreras y campesinas, y en las ciudades el surgimiento de una clase media que desde su base estudiantil se radicaliza y se adhiere entusiasta a proyectos liberadores, nacionalistas y populares. Y es que la cuestión central en el discurso y la acción del APRA es que es el nacimiento político de su fundador, es decir de Haya de la Torre. El joven Haya que fundara el APRA en México encontró el terreno fértil para arrojar la semilla de un pensamiento que se caracterizó por su fuerte personalidad. No está demás decir que es injusto decir que Haya fue marxista, aunque su estudio teórico pudo ser abundante (recordemos nuevamente el contexto de la formación del líder aprista) fue más resultado de sentir a lo lejos el impacto de las grandes corrientes de la historia mundial las cuales alimentaron la febril imaginación de Víctor Raúl, entre ellas la Revolución Agrarista Mexicana y la Revolución Soviética, entre otros hechos. Otro desmentido es su adhesión a una vía insurreccional, en la que nunca creyó, salvo en ese remedo de pensar más bien una revolución institucional con apoyo del ejército, antes que una gesta de masas. Y es que Haya prometedor estudiante trujillano ya se vislumbraba como un caudillo carismático. En su periplos creyó encontrar la posibilidad de un liderazgo de escala continental, empero, pese a sus dotes taumatúrgicas no encontró el eco suficiente para la auto revelación de su mesianismo. Es por ello que el primer viraje de Haya fue regresar a un escenario nacional, de allí que se pasa a una segunda fundación, la del Partido Aprista Peruano en 1930, para lo cual tuvo que adecuar su plataforma continental limando algunas de sus aristas anti imperialistas y nacionalistas, y manteniendo su radicalidad como principal argumento movilizador, tentar la presidencia por la vía electoral. Y aquí surge un nuevo viraje a partir de su frustración política, aparece el afán conspirativo y la actitud abierta a la componenda que caracterizo al PAP durante más de ochenta años. Es el surgimiento de la escopeta de dos cañones debatiéndose entre la participación electoral y la insurgencia (por lo menos hasta el 3 de octubre de 1948) y entre ellos el “conversar no es pactar” con los propios agentes del imperialismo y la burguesía nacional, con los dictadores de turno que habían masacrado a centenas de apristas populares. Y todo por la veleidad de Haya de sentarse en el sillón presidencial al precio que sea. Este afán estuvo de sus inicios cuando en plena polémica con Mariátegui y su ruptura posterior, le fue criticada esa “vulgarísima agitación electoral” a donde quería conducir al aprismo de esa época, cuando se auto proclamó candidato a la presidencia. Ruptura que anticipó el alejamiento y deslinde de muchas generaciones de intelectuales, personalidades y militantes apristas que no toleraron más los virajes y las convivencias del PAP. El pensamiento de Víctor Raúl también fue un terreno del viraje, lejos de ratificarse en sus postulados iniciales de “El antiimperialismo y el APRA”, fue también relativizando y evolucionando, renegando de sus primeros escritos que hasta fueron secuestrados como lo recuerda Nelson Manrique en una reciente publicación (“Usted Fue Aprista. Bases para una historia crítica del APRA”), hasta posiciones pro capitalistas que hacían potable al aprismo en los cincuenta y sesenta (“Treinta Años de Aprismo”), pero que fue un viraje que defendió con esa jerigonza del “espacio tiempo histórico”, y que puede verse contemporáneamente en ese envejecimiento prematuro de Alan García en apenas dos décadas, de un vehemente “socialdemócrata” al discurso acusador del “perro del hortelano” que ensalzó su discurso a favor de posiciones neoliberales. Por todo ello, el preguntarnos qué celebrar y por qué hacerlo no es gratuito, no reconocer el papel de Haya y del Apra en la historia política del Perú resultaría mezquino, pero el sentimiento que nos gana es aquel que menciona Venturo “El Apra cumple noventa años y no existe otra forma de celebrarlo que no sea desde la añoranza y el descreimiento”, aunque de nuestra parte estamos más cercanos a lo segundo, como que vimos la vergüenza y la desilusión en el rostro de nuestros mayores ante un nuevo viraje del partido, a tal punto que mi abuelo materno fue uno de los cuadros intermedios y de base que al no recibir explicación del pacto con Odría, en un gesto que lo enalteció en mi memoria, rompió su carné en la puerta de Alfonso Ugarte. Ciertamente el lugar en la historia para el APRA y el PAP está ganado. Su rol en la primera mitad del siglo XX debe reconocerse en la abnegada acción de sus militantes, podría hasta ser injusto el juicio de que todo el partido esta anegado de la miasma de la corrupción y que hay esperanza que aparezca una nueva generación que se encargue hercúleamente de limpiar ese establo venal y gansteril en el cual se ha convertido, no en el sentido cómplice de Barreda que saluda el supuesto de la renovación juvenil liderado por el propio Alan García, acción que llama su juventud a respaldar incondicionalmente. Se trata más bien de un movimiento político que insurja para barrer literalmente esa generación de mitómanos que se parapetan detrás de la égida de Alan, y una vez hecho este saneamiento pueda pensarse en un nueva estrella que anuncie no el nacimiento de un nuevo salvador, sino la refundación del viejo partido desde sus bases. (Luis Pineda)

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