martes, 18 de enero de 2011

LA REVUELTA TRANQUILA


Legado y Vigencia de la vida y obra de José María Arguedas

“Un compatriota mío, José María Arguedas, llamó al Perú el país de ‘todas las sangres’. No creo que haya fórmula que lo defina mejor. Eso somos y eso llevamos dentro todos los peruanos, nos guste o no: una suma de tradiciones, razas, creencias y culturas procedentes de los cuatro puntos cardinales”. Inesperado y concluyente, el reconocimiento de Mario Vargas Llosa en su discurso de aceptación del Nóbel 2010 fue de estricta justicia respecto a una tesis central de Arguedas, que entronca la necesidad de entender nuestra diversidad cultural como parte del desafío por construir una nación peruana.

Qué contraste con la mezquindad de Alan García y sus incondicionales del Congreso de la República, amén de la mediocridad burocrática en más de un ministerio, quienes prefirieron rendir homenaje al tomb raider de Hiram Bingham, el re-descubridor occidental de Machu Picchu, quien con supuesto celo científico saqueó la ciudad sagrada, llevándose cientos de artefactos que constituyen parte del patrimonio cultural de la nación, y los cuales recién están siendo devueltos por la Yale University por directa gestión (presión) del Estado peruano.[1]

Arguedas es testigo de excepción de varios procesos sociales y políticos: Vivió en carne propia la exclusión social en manos de su madrastra quien lo expulsó de la casa paterna para confinarlo a vivir con los indios en la cocina, y a quien aseaba y devolvía cuando su padre estaba por llegar. Atrapado entre dos mundos debió aprender de quienes vivían en condiciones de servidumbre su cultura y lengua materna, pero se vio obligado de aprender de los señores el castellano y su lenguaje de dominación. Esto creo un cisma terrible en Arguedas, que trasunta los conflictos de su vida y las enormes tensiones de su obra.

De allí que el autor de “Los ríos profundos” vivió las condiciones miserables que en el Perú, las condiciones de semifeudalidad, que colocaban como centro de estas relaciones sociales de explotación, el haber convertido a los indios en desposeídos de la tierra y condenados a relaciones de servidumbre, pero junto con esta, aparecía asociada la discriminación étnica y cultura, pues además de además de siervos eran indígenas, extirpados de sus creencias, sufriendo la diáspora terrible del desarraigo y la discriminación por su origen y el uso de su lengua.[2]

Pero Arguedas también vivió las grandes movilizaciones campesinas en la lucha por la tierra, lucha democrática que transformó radicalmente la estructura social peruana, aceleró la crisis estatal y abrió paso a proyectos de reforma que intentaron canalizar estas grandes pulsiones sociales[3] como fue el caso de la autoproclamada Revolución Peruana impulsada por el general Juan Velasco Alvarado, que aun con los juicios de sus detractores, busco responder a los cuestionamientos de esta enorme movilización social mediante una reforma institucional del Estado, la que finalmente -por sus limites y ausencia de proyecto político y de una base social capaz de superar el corporativismo-, se frustró.

Pero Arguedas también vivió periodos cruciales de la transformación de las ciudades criollas resultado de las intensas y sostenidos procesos de migración, principalmente andinas, que cambiaron la fisonomía cultural y urbana de la antigua ciudad colonial y la Lima modernizada a medias desde inicios del siglo XX, a una mega polis resultado de la urbanización sin industrialización desde los mediados del siglo pasado, que cedió paso al torrente que venia de los andes y otras partes del país, que transformó la antigua ciudad de los reyes en una ciudad de cholos conquistada por los migrantes. Un ejemplo clarísimo se encuentra en “Todas las sangres” y se puede leer en su dimensión conflictiva en su novela póstuma “El Zorro de Arriba y el Zorro de Abajo”.

Por último, Arguedas reconoció la importancia de la dignidad y la lucha democrática por la educación como mecanismo de identidad, de integración y de interculturalidad, donde acabada la lucha por la tierra entre los setenta y ochenta, se evidencia un proceso inédito, donde la lucha por el acceso a la educación se reviste de una fuerza mítica que asumía la necesidad de aprender los códigos culturales proporcionados por la escuela, pasando de la noche al día, mirando hacia delante, al futuro, el mito del progreso de los migrantes, que buscaban dejar en sus hijos la aspiración a conocer la lengua y la cultura de quienes hasta ese momento eran las clases en el poder.[4], y que hoy reclaman equivalencia respecto al reconocimiento e igualdad de oportunidades, y en el caso de los pueblos y etnias andinas, amazónicas y afro peruanas, respeto a su cultura, lengua e identidad, inclusive de la intangibilidad de su territorio, el derecho sobre sus recursos y ser consultados, todos ellos permiten ubicar estas reivindicaciones respecto a la autonomía y la libre determinación, experiencias de autogobierno y a un modelo de desarrollo propio, demandas que exigen avanzar a una ciudadanía intercultural y un nuevo Estado pluricultural

Por todas estas razones, Arguedas es actualidad, es vigencia en su vida y obra, legado que debemos asumir en este Perú que viene adentrándose en el nuevo siglo con una mirada que quiere ser universal y no cosmopolita, que responde a su condición de ser un país multicultural y multilingüe desde la exigencia de integración sin subordinación, de proponer inclusión e interculturalidad frente a la intolerancia y toda forma de discriminación.

Es nuestro deber hacer del 2011 un año arguediano, para leerlo, releerlo, publicarlo, discutirlo, difundirlo, reflexionar su legado a la luz de los cambios producidos en los 42 años después de su muerte. Arguedas es más que una imagen, que una novela, o un homenaje oficial. Arguedas es el Perú en movimiento que lucha por convertirse en una sociedad más inclusiva, integrada e intercultural. Más justa y unida, que vive feliz todas las patrias.


[1] Las razones del homenaje al susodicho han sido ya discutidas ampliamente por otros más celebres columnistas, y en todas ellas se evidencia la mentalidad del mandatario y su séquito: Un Machu Picchu abierto al mundo es abrir al Perú a la voracidad del capital transnacional y unos cuantos operadores locales, bajo el pretexto de la promoción del turismo, sobreexplota nuestro patrimonio cultural, sin importarle las profundas consecuencias ambientales y culturales.

[2] Tal como lo Karen Spalding y posteriormente desarrolla Sinesio López (Spalding, Karen 1974 De Indio a Campesino. Cambios en la Estructura Social del Perú Colonial. Lima: Instituto de Estudios Peruanos Editores. Sinesio López, 1997 Ciudadanos reales e imaginarios. Concepciones, desarrollo y mapas de la ciudadanía en el Perú. Lima: IDS).

[3] Al respecto puede verse la obra siempre polémica de Rodrigo Montoya (A propósito del carácter eminentemente capitalista de la economía peruana. Mosca Azul, Lima, 1978; Capitalismo y no capitalismo en el Perú, Mosca Azul, Lima, 1980; y Lucha por la tierra, reformas agrarias y capitalismo en el Perú del siglo XX, Mosca Azul, Lima, 1989).

[4] Algunas de estas ideas se inspiran en los aportes fundamentales de Rodrigo Montoya y Carlos Iván Degregori respecto a sus interpretaciones de la lucha por la educación a partir de los mitos de la escuela y el progreso.

1 comentario:

  1. “Yo no me acuerdo de mi mamá. Es una de las causas de algunas de mis perturbaciones emocionales y psíquicas.” J.M.A

    Tal vez sin este episodio en su vida, aunado al desprecio de la madrastra, la ausencia del padre, el hermanastro patológico, José María no hubiera sido el hombre sensible y capaz de captar las diversidades y las diferencias de su entorno. Vivió en carne propia el desprecio, la marginación, la ausencia, los vacios, las diferencias, el maltrato... Pero conociò el Perú profundo y esa oportunidad le devolvió al mundo por un tiempo.

    Finalmente unió su vida a su obra.

    Lo reflexionaremos más, por supuesto.

    Tu escrito es prolijo y conciso.
    Saludos

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