EL 5 DE ABRIL DE 1992 EMPEZÓ UNA LARGA NOCHE PARA NUESTRO PAÍS. El autogolpe urdido por la dupla Fujimori y Montesinos se apoderó del poder instaurando una parodia de democracia. Inició una sistemática demolición de las instituciones democráticas, de los partidos y construyendo sus clientelas a partir de medidas de evidente populismo. Para acallar la protesta ciudadana y cediendo a las presiones de los organismos internacionales, convocó a un “Congreso Constituyente Democrático” para elaborar a su medida la constitución de 1993 que legalizaba su continua reelección, y que aprobó manipulando el referendo. Posteriormente buscó perpetuarse como Presidente mediante elecciones fraudulentas. En tanto, un orden subterráneo fue construyéndose en los sótanos de ministerios e instituciones. Bajo el pretexto de la lucha contra el terrorismo, los siameses Fujimori-Montesinos privatizaron la justicia a sus intereses, recurrieron a una violencia estatal sistemática que no fue sólo excepción ni exceso como pretenden sus ahora defensores. Usaron los recursos del Estado para corromper todo. El Perú se convirtió entonces en un país donde todo se decidía en una sala del Pentagonito donde despachaban Fujimori junto a su socio Vladimiro. El epílogo de este poder espurio fueron las elecciones de 2000, que se realizaron en un escenario convulsionado por las protestas que había alcanzado la dimensión de una amplia movilización ciudadana. El dictador gano estas elecciones por medio de un fraude descarado. El régimen, sin embargo, fue labrando su propia derrota. Los vídeos donde se registraron las compras de conciencia de malos peruanos al ser revelados aceleraron la descomposición del régimen y llevó a Fujimori a huir al Japón y renunciar por fax. Valentín Paniagua desde el gobierno de transición cumplió las tareas de recuperación de la democracia y nos devolvió el derecho de elegir a nuestros gobernantes de manera legítima. El 5 de abril que merece ser inscrito como parte de la historia universal de la infamia, puede explicarse en el contexto de un deterioro creciente de la democracia, en medio de la crisis estatal y de la bancarrota económica en la que nos dejó el primer gobierno de Alan García. Fujimori en 1990 se enfrentó a Mario Vargas Llosa, a quien derrotó en la segunda vuelta con la ayuda de García y el aliento de una izquierda maniquea que vio al “chinito” como el outsider que podía derrotar al escritor y cerrarle el paso a la derecha. Hoy, a 19 años después del inicio de esta historia terrible, curiosamente quienes nacieron en aquel año infausto se alistan a votar por primera vez. La tarea de quienes vivimos este episodio terrible debe ser ética y política: Enseñar a los más jóvenes acerca de quienes son Fujimori y Montesinos, qué daño le hicieron al Perú y cómo se expresan políticamente. Hoy que nuevamente un grave peligro se cierne sobre la democracia peruana, pues su hija Keiko, candidata de Fuerza 2011, rodeada de muchos de los compinches de Fujimori y Montesinos, pretende llegar a la Presidencia del Perú para gobernar como lo hizo su padre. Entonces debemos actuar rápido, pues todavía estamos a tiempo para cambiar el pasado. (Luis Pineda)
Espacio de reflexión plural sobre ética y política, sin atavismos ni exégesis postmodernas.
martes, 5 de abril de 2011
lunes, 4 de abril de 2011
LOS 400 GOLPES
A PASO DE PERDEDORES
UN EVENTO CONSERVADOR Y COMPLETAMENTE ANODINO. Eso fue el publicitado debate presidencial. Aunque fui uno de los que espero con expectativa, fue vana mi espera, el pretendido debate nos dejo el acre sabor del fiasco. Claro que en sentido estricto no fue un debate. Apenas un intercambio de temas y expresiones. El formato tal vez no ayudó. Pero nadie fue con la intención de debatir, sino más bien con la actitud conservadora de no levantar polvareda. Los candidatos demostraron que se puede decir mucho (y ofrecer en demasía) sin garantizar nada. Y a falta de debate, todos los candidatos se cuidaron el trasero. Uno más que otro dejo la sensación de que no solo leía sus textos previamente preparados. Venía también con el propósito de pasar piola. Lo que si prosiguió es el empate de discursos mediocres y lugares comunes. Claro que nadie demanda una mechadera descomunal, pero al menos esperábamos un intento por confrontar democráticamente sus ideas. El balance es que aun cuando no hay un ganador, tal vez si muchos perdedores. Perdedor fue Humala, el blanco de los demás candidatos por estar en la punta, y que no respondió las preguntas de sus contendores y una pregunta fundamental del gran público: ¿Por qué votar por él? Perdedora también fue Keiko, que ante la falta de ideas propias prometió hacer un gobierno a la medida de su padre el dictador encarcelado de quien se mostró como cumplidora hija y alumna. Perdedor fue PPK que demostró que no basta ser un buen técnico para ser un buen presidente. Perdedor fue el propio Toledo, quien aun cuando tuvo el mejor perfil de antagonista frente a sus competidores, no pudo demostrar que lo que hizo en su gobierno fue bueno, ni que exhibe las mejores garantías para hacerlo mejor. Perdedor natural, el loser en todo sentido, fue Castañeda que no da la talla para presidente del Perú y cuyo único argumento como ex alcalde de Lima es ahora cuestionado en su eficiencia y transparencia. Pero, sobre todo, perdedor fue el Perú, pues no sabemos que pecado expía para ser castigado con esta catadura de aspirantes a dirigir su destino. El 10 de abril esta cerca, quien sabe si volveremos a elegir entre mocos y babas como sentenciaba el cojo José Joaquín Larriva en una de las sabrosas tradiciones de Palma.