QUE SUSANA VILLARÁN NO ES ALFONSO BARRANTES, ESTÁ TAN CLARO COMO EL AGUA. Tanto como que la coyuntura política del 2010 no se parece, ni por asomo, a lo vivido 27 años antes en 1983. Quienes han querido ver alguna similitud entre los liderazgos del extinto tío Frijolito con la electa Alcaldesa de Lima, tal vez han ponderado positivamente sus buenas maneras y su don de gentes. Algunos más agudos han resaltado la vocación mariateguista de Barrantes, su opción por la moderación y el diálogo, creyente al igual que Susana Villarán, esta última formada en las canteras de la izquierda católica (pues decir cristiana es aludir a una realidad mayor en estos tiempos). El primero como abogado de sindicatos y defensor de los Derechos Humanos, la segunda con un intenso trabajo de bases y una militancia abnegada, vidas paralelas que dieron lugar a aprendizajes fundamentales como el caro ejercicio de la modestia y el arte de escuchar asertivamente. Ambos, Don Alfonso y Doña Susana en contacto con la gente común y sencilla, llegaron a la conclusión de que la política no es un ejercicio excluyente, sino una oportunidad para acercarse a las personas, para conocer sus problemas y pensar desde ellos las soluciones.
VER, JUZGAR, ACTUAR. ACCIÓN, REFLEXIÓN, ACCIÓN. Estos son los principios que pueden resumir la doctrina personal y ética en la política equiparable para estos dos personajes, los que no titubearon llamarse de izquierda, que no es poco decir en una sociedad tan poco democrática como la peruana, tanto ayer como hoy, con una derecha extremadamente conservadora, tal vez como lo ha afirmado recientemente Luis Pasara, la más conservadora de Latinoamérica, y con una tradición de intolerancia y hasta de anticomunismo visceral, que se extiende a actitudes proclives a la repulsa a todo aquello que huela a progresismo, al punto que no resulta una sorpresa la existencia de un arzobispo de Lima como Juan Luis Cipriani o un magistrado Javier Villa Stein, que se levantan los faldones o la toga para despotricar de quienes no comulgan con sus puntos de vista.
SENSE AND SENSIBILITY, novela escrita por Jane Austen y publicada bajo el anonimato en el pacato siglo XIX, dio lugar a buenos intentos televisivos y fílmicos, de los que destacamos la versión de Ang Lee en 1995, y que tradujeron como “Sensatez y sentimientos”, la historia nos trata de una familia inglesa caída en desgracia, que sufre esta con estoicismo, y que da lugar al examen de la acción humana, la cual puede estar guiada por la razón, el juicio o sentido, la sensatez, frente al desborde de la pasión, de las emociones, de los sentidos y sentimientos, ambos aspectos, se sabe, forman parte de nuestra naturaleza, orientan nuestra vida, pero no son sino las dos dimensiones que se encuentran, que suelen coexistir conflictivamente pero que tienden -con la experiencia de los años- a equilibrarse. Valga esta referencia literaria llevada al ecran, para analizar las implicancias del triunfo (ya anunciado) de Susana Villarán y Fuerza Social, luego de la espera que mantuvo la atención pública por más de una veintena de días, y donde en más de una vez se sospecho que podía estar incubándose una voluntad de fraude. Finalmente es irreversible que la victoria electoral de Villarán será anunciada oficialmente, sin embargo este hecho político desde antes ha llevado a diversas expresiones entre los políticos, inclusive algunos dan rienda suelta a sus emociones, hablando de signos ineluctables de una Izquierda Unida rediviva, de una situación política que por fin puede llevar por fin a un gobierno popular, de todas las fuerzas de izquierda, y mas concretamente, de un amplio espectro de alianzas, pero que pasa necesariamente por el eje del nacionalismo ollantista.
¿PERO POR QUIÉNES VOTARON LAS PERUANAS Y PERUANOS EL 3 DE OCTUBRE Y POR QUÉ? Lejos de pretender un balance de las elecciones regionales y municipales, debemos decir que no es tan cierto el viraje a la izquierda que nos anuncian algunos emotivos voceros de esta opción política: La derrota del partido de gobierno y parcial del fujimorismo como fuerza nacional, la involución electoral de la derecha tradicional –gran favorita- junto a la casi desaparición de los partidos nacionales en las resultados electorales, el avasallador triunfo de organizaciones políticas -independientes o mimetizadas- regionales y locales, y el respaldo a una opción de izquierda en Lima metropolitana, son los trazos mas saltantes del nuevo mapa político del país. Es sabido también que la diversidad de los liderazgos y agrupamientos políticos expresada en las regiones, provincias y distritos, si bien han sido menos precarios en sus resultados electorales aun no superan la fragmentación de la representación política en el país, que el fujimorismo aun se puede jugar su gran carta el 2011 si logra unificar bajo su manto protector a algunas de las cartas que hoy quieren aparecer con juego propio como Kouri; la derecha aún tiene que resolver si apoya sin mayores reservas al favorito Castañeda, o alienta un nuevo suicidio de Lourdes Flores, en el APRA el dilema de los compañeros es si se juegan su representación congresal a partir del carisma de Meche Aráoz o pactan con algun otro favorito, y de otra parte Toledo sigue apuntando a construir su candidatura a partir del supuesto táctico que ganar el centro político tirando hacia la izquierda. Junto a los anteriores, la candidatura de Ollanta aparece disminuida pese al empuje de su renovado núcleo de intelectuales, y aún los intentos de las fuerzas de la izquierda más tradicional que pretenden agruparse bajo los colores del MNI no puede pasar de una jugada táctica para producir un conveniente enroque que asegure el espacio para un supuesto electorado de izquierda.
LA EXPECTATIVA POR UN RENACER DE LA IZQUIERDA UNIDA DE LOS OCHENTA EN EL SEGUNDO DECENIO DEL SIGLO XXI SABE MÁS A PASIÓN ADOLESCENTE QUE A RAZÓN POLÍTICA. Esta apuesta, nos parece dejar de lado la sensatez y certidumbre respecto a que quienes votaron el tres de octubre no lo hicieron por una opción de izquierda a secas. Es más, que quienes votaron por ciertas opciones en las regiones no lo hicieron en el convencimiento ni ideológico ni programático por algo que se parezca de algún modo al izquierdismo de décadas anteriores sino por una comunidad de intereses que se ha encarnado coyunturalmente en caudillos locales, liderazgos difusos y alianzas poco estables, que no ha resuelto la extremada debilidad de los sistemas políticos, ni ha superado la fragilidad de las representaciones políticas y va contracorriente de la expectativa por fraguar un sistema de partidos que resuelva la ausencia de una sociedad política que represente los intereses de la ciudadanía y la sociedad civil en el Estado. Menos todavía que expresen una alternativa política con credenciales democráticas, participativas y éticas solventes.
EN LIMA METROPOLITANA SE DIO UN FENÓMENO SUI GENERIS. Pese a la guerra sucia y el abierto bombardeo ideológico del establishment político, incluido el propio Presidente de la República y el aun Alcalde Castañeda, entre otros, en Lima se produce una elección inusitada, aunque con resultados estrechos y hasta con una nota de suspense por la demora primero del conteo de votos válidos por la ONPE, y luego por la revisión de los JEE de las actas que intencionadamente se observaron durante el acto electoral, lo cual añadió un margen mayor de incertidumbre. Empero, desde un primer inicio se confirmaron las predicciones respecto a Villarán como favorecida por el volátil electorado limeño. Se pudo observar que el electorado que apoyo a esta candidata no votó ideológicamente, ni por consigna política, inclusive los aspectos meramente programáticos quedaron en un segundo plano de relevancia. Lima votó antes que por Fuerza Social (méritos aparte de sus cuadros de dirección y sufrida militancia) por la imagen limpia y la energía anímica de su candidata, por las ideas fuerza que supo colocar como etiqueta a su imagen como candidata, y de las cuales pegó su estilo “suavecito”, sus frases con dimensiones comunicativas más profundas, que llegó a aquellos electores que están cansados de los políticos de siempre. Pero sobretodo, la candidata de Fuerza Social fue capaz de vincular a su imagen renovadora, ser, aun con buenas maneras, suficientemente enérgica para reclamar, y para prometer no obras sino transparencia y participación ciudadana, suficientes argumentos democráticos que van mucho más allá de la clásica polarización izquierda-derecha.
CIERTAMENTE, SUSANA VILLARÁN NO DEJÓ DE SER UNA CANDIDATA DE IZQUIERDA, en todo momento aparece apareada su imagen a esta declaración de identidad y de propuesta desde la izquierda, pero esto no fue el factor determinante que explica su victoria. De funcionar lo primero, pudiera haber bastado la contra campaña malintencionada para descalificarla y tirarsela abajo, en tanto una candidata de izquierda a la que se le quiso colgar, inclusive, el epíteto de “terruca”, pero sospechamos (a espera de algún estudio de opinión que nos de las respuestas) que aún con todo el millonario esfuerzo de la santa alianza que incursionó en los predios de la anti política, el electorado limeño desestimó estas malas artes contra la Villarán y decidió arriesgar votando por el cambio, por una candidata nueva, de antecedentes políticos impecables, incluso no derrotada antes como su contendora, y con un mensaje (y lenguaje) renovados. En suma, una candidata cuya imagen proyectó la aspiración de mucha gente que quiso algo diferente, y donde el contenido de su discurso ocupo el vacío lugar de la ética pública, marcando su propia definición pues representaría la posibilidad de construir un poder ciudadano, que resulta todas las veces soslayado por los candidatos de siempre.
PERO, ¿QUÉ TIPO DE IZQUIERDA REPRESENTARON BARRANTES Y HOY ENCARNA VILLARÁN? No entraremos a la polémica sobre si el desaparecido Alcalde de Lima -en su momento- se declaró Marxista, y si Susana adjuró a la ideología para aspirar a fundar una nueva tradición izquierdista, democrática y libertaria, destacamos si el sentido imponderable de buscar el puente desaparecido entre ética y política, entre la necesidad de alumbrar un nuevo sentido y forma de hacerla, de entender que la política no es la lógica invencible del “vale todo”, sino el profundo humanismo encarnado en aquello de que es “el arte de hacer posible lo necesario”. Que otra forma de hacer política es posible Las virtudes humanas, además de la racionalidad de los actos políticos permiten dar cuenta de este aserto. A rajatabla de una candidata que se supo tiene pasado y presente de izquierda, Susana Villarán demostró ser sincera y honesta, aun cuando decir la verdad es lo menos aconsejable políticamente, como en su momento Barrantes supo de hacer de su palabra fácil y su proverbial pobreza poderosos argumentos en los cuales el electorado confió. Pero sobretodo en esa difícil relación entre ética y política subyace el principal argumento que la Villarán supo utilizar para ganar la confianza de los electores y que hoy se ha convertido en su más invalorable capital a partir del cual debe guiar sus pasos como nueva alcaldesa de Lima.
EL DESCRÉDITO, LA APATÍA, LA DESCONFIANZA Y EL DESÁNIMO de algunos sectores de la ciudadanía aun esperan por ser disueltos por este aire renovador, que ahora en un escenario post electoral debe de traducirse en acciones concretas de gobierno inspiradas en una corriente de rectificación para la política, y no solo declarativa sino también práctica. Este es el desafío que desde un espacio de centro izquierda debe de aceptarse, como condición para construirse en una opción política que se reclame portadora de las mejores tradiciones del socialismo y la democracia liberal, pero sobre todo, en aquel compromiso siempre bienvenido de batallar con sensatez y sentimiento por una ciudad para todos, como lo expresó durante la campaña la candidata Villarán y antes Barrantes, y por un país más libre y solidario, como hoy lo reclamamos crecientemente desde la ciudadanía democrática de nuestro país.
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