Durante mucho tiempo, los comunistas peruanos de antes celebraban esta fecha como fundacional del Partido Comunista por José Carlos Mariátegui. Y esta celebración resultaba inequívoca de tal filiación comunista, convirtiendo al santoral Marxista Leninista al inconoclasta Amauta. Inclusive esta identificación gratuita dio pretextos a los detractores del precursor del socialismo peruano para colgarle la etiqueta de dogmatico y enfeudado a ideologías foráneas.
El joven Haya de la Torre fue uno de ellos, acusando a Mariátegui de traer exotismos que no tendrían resultado en Indoamérica. Como bien lo esclarece Alberto Flores Galindo en su obra "La agonía de Mariátegui" (1980), el debate con Haya no fue el único librado por el Amauta. Ya deslindada posiciones con el oportunismo populista de Haya en 1928, se pone a prueba en el Congreso Sindical Latinoamericano de Montevideo y sobre todo en la Conferencia Comunista Latinoamerica en mayo y junio de 1929, donde sus delegados fueron apabullados por la Komitern por defender sus tesis consideradas desviacionistas de un intelectual pequeño burgués diletante y limitado por la enfermedad.
El corolario fue su reemplazo por Eudocio Ravinés, un verdadero comisario político de la Internacional Comunista en 1930, quien a su muerte inició la desmariateguización del partido, y cambiando la denominación de socialista a comunista, como sección peruana de la III Internacional. Los episodios posteriores pueden ser rastreados de lo mucho escrito por los epígonos del comunismo peruano, y posteriormente se produce un redescubrimiento de Mariátegui en escritos como los de Anibal Quijano, César Germaná, Ricardo Luna Vega, Raymundo Prado y el propio Tito Flores Galindo, entre otros contemporáneos.
Sin embargo, mucho del legado mariateguista si bien encendió polémica, lejos de dar una lección a la izquierda peruana respecto a la necesidad de entroncar socialismo y nación, quedo trunca por la incomprensión del otro eje fundamental de la revolución política e ideológica que el pensamiento de Mariátegui aportó en sus cortos años de creación heróica, y que se mantuvo inconclusa: La relación necesaria entre democracia y socialismo.
La fundación de la Izquierda Unida y su estallido posterior, junto con la mitosis y extinción de los partidos que antes se autoproclamaron mariateguistas, en mucho castigada por sus vacilaciones frente al terrorismo de Sendero Luminoso y el MRTA, llevaron a la bancarrota a la izquierda de los ochenta. Hoy, atomizada en pequeñas capillas lo que queda de ella mira con codicia la ilusión de que un ex militar, con un transnochado discurso nacionalista y hasta con cierto tufillo fascista, pueda guiarlos cual patriarca mesiánico hacia la tierra prometida del triunfo electoral. Pero esta, esta es otra historia.
Elepé