jueves, 31 de marzo de 2011

CHICHARRÓN DE PRENSA




Pasiones y entretelones del cuarto poder



LA PALABRA MAS MEMORABLE Y EXTRAÑA DEL CINE, fue pronunciada por ese agónico personaje sin escrúpulos que Orson Welles bautizó como Kane. “Rosebud”, aun cuando no sabemos bien que significa, menos nos acerca a lo que quiso decirnos Wells -ese genio incomprendido-, en “Citizen Kane, una pieza de oro macizo impresa en celuloide.



De lo que si estamos seguros que Charles Foster Kane se convirtió en el prototipo del hombre de prensa. O más precisamente en el paradigma de un magnate de la prensa, pero no del simple propietario de un periódico sino alguien que podía tomar el medio como un instrumento de poder en sí mismo. Kane representó la íntima relación entre poderes, entre política y fortuna personal, con la envidiable capacidad de modificar drásticamente los acontecimientos, inclusive de alterar el destino de un país guiado no por la soberanía del ciudadano, sino de la mano de un ciudadano con poder propio, que convierte la prensa en un contubernio entre verdad y realidad, aquella visión fraguada de los hechos que nos llega cotidianamente, dispensada por la ley y la moral de la época, y que se vende como noticia.



Dice la leyenda que Wells tomo como modelo a William Randolph Hearts, un verdadero patrón de las rotativas. No nos importa. Lo cierto es que Kane-Welles representa aquello que la prensa pretende que veamos: el ariete formidable para derruir hasta las propias murallas de Jericó o la fortaleza más inexpugnable, el punche justiciero para torcer el brazo a cualquiera que desafié el interés general, los campeones de la verdad, adalides de toda causa noble y éticamente exigible, los centinelas de la cosa pública, los guardianes de la ley y el orden…



Pero en realidad la prensa (y esto es extensible a todos los medios de comunicación de hoy en día) es y mantiene a buen recaudo su trasfondo: Ser fabricantes de embelesos, de medias verdades, de artilugios masivos que influyen decididamente en la política y sus habitúes, depositarios alcahuetes de secretos y nada santas intenciones, traficantes de la justicia y la canalla privatización de la verdad, laicización de la fe y la moral públicas, verdadero poder detrás del poder. Ciertamente, no toda la prensa y los medios de comunicación los son, pero si la gran mayoría responde a esta descripción.


Por estos días la prensa peruana tiene mucho material para pergeñar sus noticieros y programas políticos. Y es que las Elecciones Generales 2011 no constituyen solo un bloque de noticias en los matutinos y programas dominicales, en las primeras planas y portadas de revistas, sino en la principal materia prima para las historias que nos venden diariamente. Hasta las sanguinolentas secuencias policiales que nos aterraban con su saga de accidentes de tránsito, victimas de sicarios, feminicidios u otros que pululan la prensa amarilla cedieron su lugar al ímpetu y desesperación de los candidatos transformados por el poder mediático de las telecomunicaciones.



Ora corriendo en maratónica exhibición, montando bicicleta o saludando con aspavientos desde sus buses de campaña, ora besando niños con mocos colgantes, saludando con mano extendida a todos los que se acercan y a los que no, estrechándose con abrazo efusivo a gordas señoras o moviéndoles la propia cola en amistoso gesto hasta a los perros de los asentamientos humanos, ora comiendo cebiches y combinados arco iris de tallarines y otros potajes, bebiendo cerveza, chicha morada o cualquier menjunje, o quizás llegar al extremo de un candidato que hizo noticia al dejarse simplemente apretar los genitales por una achorada simpatizante.


En todos los casos la política ha dejado de ser un tema central, la imagen ahora domina toda la escena. Es el gran show, el escenario montado a partir del guión, donde los reality han dejado de ser el remedo de la realidad para convertirse en la única realidad conocida y aceptada desde el tamiz de las mediaciones.



En este contexto la política ha abdicado de toda novedad, se ha desprovisto de su esencia, es el candidato quien vende un producto, publicita una marca, ofrece bondades supuestas de su promesa electoral en el empaque de una portada de revista, en el quehacer de los columnistas, o la secuencia de noticias o el invitado especial del programa a ser entrevistado o mostrado como una rareza procedente del mundo de la política. La campaña electoral entonces se reviste de formas que por razones de marketing político bien pueden ser un gag más del programa cómico, o hace que el candidato sea un soñador más en los concursos de formato adquiridos en Miami o México, o hasta en sujetos de “ampay” en bodrios como “Magaly Tevé”, esa meca de la chismografía farandulera. El escenario colorinche del set de televisión se convirtió entonces en sucedáneo de la actuación política de los candidatos extraídos de sus ágoras políticas.



Con tales auspicios, los mass media que han terminado por interpretar el gusto de su público, ofreciendo aquellos productos que responden al supuesto de que es “lo-que-le- gusta-a-la-gente”. Los canales de televisión y los medios escritos, ahora más propia de una acción de broadcasting, y en menor medida la radiofonía, suplantan el papel de los partidos políticos. Los medios, en un ejercicio de recodificación, llevan la imagen del candidato a un formato digital apropiándose de sus características y adaptándolo a sus formatos, lo cual es literal, de tal como que el discurso político queda reducido a un conjunto de características compatibles con su programación.



En esta realidad artificial los candidatos cocinan, bailan, hacen pantomimas y se imitan a sí mismos junto a sus imitadores oficiales. La política se banaliza al extremo de despersonalizar a sus personajes donde todos terminan abonando a una parodia patética de la política.


Lo peligroso del asunto no es tanto este proceso de cuasi transliteración, obligado paso en las formas que adopta esta política mediática, sino que los medios de comunicación terminan fabricando una más de sus verdades a medias, presentándonos en lugar de alternativas a partir de las cuales elegir, aquella que a juicio de los dueños del canal o de la prensa resulta la recomendable, con los cual los electores son restados de sus posibilidades de decidir por quien votar.



Esto es lo que vemos en la mayoría de los medios de prensa, de radios y canales de TV, una demostración impúdica de patrocinio por el candidato de su preferencia, doblegando la necesaria objetividad y neutralidad del observador, y terminar sesgando las opiniones a favor de los intereses de los dueños del medio.



Las medios de comunicación no son entonces simplemente cajas de resonancia de la vida política y social, sino actores con intereses propios, y por tanto con capacidad de actuar gravitantemente en la coyuntura, haciendo gala de aquello de que pontificaba Louis Althusser acerca de que los medios de comunicación son parte de los aparatos ideológicos del Estado (aun cuando sean privados), pues permiten la reproducción de las relaciones sociales, mediante la adhesión inconsciente de los individuos a los valores que definen la estructura social y despliegan los mecanismos de la dominación social.



La función de los medios según el filósofo francés es articular el sistema de relaciones y dan significado a la estructura social, argumentando la dominación o el liderazgo cultural a través de su capacidad de seducción y persuasión para la implantación de los valores dominantes, la creación de una opinión favorable, la inducción de hábitos, etc., sin tener que recurrir a los aparatos represivos convencionales.



La historia política recientísima nos muestra que producido el desplome de Castañeda, la desconfianza en un probable gobierno de Keiko Fujimori, y la creciente demostración de la falta de crédito de Toledo para hacer un nuevo periodo de gobierno han llevado a los medios a una actuación vergonzante, en una campaña donde se han alineado la mayoría de ellos para polarizar la arena electoral entre un candidato como Ollanta -al cual se le sigue colgando la etiqueta de antisistema-, y PPK, llamado este último a erigirse como el candidato salvador, en un impostado outsider que como el viejo caballo que no tuvo apuestas desde un inicio, ahora bien puede dar el campanazo y por tanto puede ser promocionado como aquel que puede derrotar a un enemigo peligrosamente potencial al sistema, y que vienen presentando como el “lobo disfrazado de oveja” pues ocultaría el extremismo estatista que la derecha tanto teme, y a la cual pretenden contribuir a derrotar con todos los medios a su alcance.



Si esto resulta, según todo parece indicarse, la segunda vuelta será una oportunidad inmejorable para que los medios, el nuevo poder fáctico, se pongan a prueba para el salvamento de los intereses del capital, y que nos llaman a preguntarnos qué destino tendrá nuestro país después de las elecciones generales a celebrarse en abril.

miércoles, 9 de marzo de 2011

EL SONIDO DEL SILENCIO



Frente a la (nada) inmaculada gestión del candidato Castañeda





EN ESTOS DIAS EL CONSUMO DE ANSIOLITICOS SE HA INCREMENTADO EN SOLIDARIDAD NACIONAL. No es para menos, las encuestas siguen dejando al candidato Castañeda en un terreno difícil en la disputa por el segundo lugar. Las tendencias mostradas desde las distintas empresas encuestadoras dan cuenta de su sistemático descenso. Sin signos de recuperación, y en la eventualidad de que Keiko Fujimori le saque ventajas en los días que queden, la cuasi perfecta y blanqueada sonrisa del chiclayano puede borrarse de improviso. Sin embargo, este no es el único motivo de preocupación de las huestes del sol solidario, la inminente presentación del informe que da cuenta del estado en que la actual administración halló la Municipalidad de Lima.



Como es sabido, la actual Alcaldesa de Lima prometió investigar puntos críticos en la gestión del ex alcalde y ahora candidato presidencial. Sin mala leche, simplemente honrando los compromisos contraídos con sus electores y la ciudadanía, Susana Villarán -quien ha recibido en más de una oportunidad el pedido expreso de los vecinos de Lima de informar sobre la situación encontrada en la Municipalidad Metropolitana de Lima- no hace sino atender una elemental solicitud de información que debe estar al alcance de cualquier persona en aras de no solo predicar sino de actuar consecuentemente por la transparencia de su gestión.


Empero, las pasiones desbordan cualquier tipo de consideración, y saltando por encima del anuncio oportuno de la nueva autoridad metropolitana por una cuidadosa neutralidad en medio de las agitadas aguas de la contienda electoral 2011, más de una vez los interlocutores del partido de Luis Castañeda, sus oficiosos escuderos y la prensa adicta a su opción, cuando no el mismo candidato presidencial, han tomado la actual gestión municipal como blanco privilegiado de sus críticas.


Lo curioso del asunto, hecho que cualquiera puede darse perfecta cuenta, es que estas descargas de la artillería del candidato solidario o sus incondicionales se producen justamente cuando algo derivado de sus poco transparentes manejos desde la MML aparecen en el horizonte. Y es que estos nubarrones, llamemos COMUNICORE, OIM, entre otros, la actitud reactiva de Castañeda y seguidores es como cuando tocamos la tetera caliente: Saltan hasta el techo, se contorsionan, lanzan denuestos y nuevamente empiezan la monserga de que la gestión de Lima está al garete, y que las obras están detenidas, y ahora, que la neutralidad de Villarán es una coartada para ocultar su adhesión a Alejandro Toledo, ergo, todo lo que suene a investigación sobre la pasada gestión de Castañeda tiene una clara intencionalidad política por perjudicarlo.


Esta actitud no fue nada nueva, se dio durante la campaña municipal pasada, se dio desde un primer momento cuando fue conformada la comisión municipal especial a cargo de la investigación de la administración precedente. Pese, como ha quedado evidenciado por los resultados de las encuestas, no existe una conexión directa entre las preferencias a favor o en contra de Castañeda, sin embargo, el tema recurrente del candidato y sus amigos, viejos camaradas de armas desde sus tiempos del IPSS inclusive, siempre fue corporativa: Salir al frente al unísono, amenazar con denuncias a Villarán, denostar su gestión bajo el supuesto de incompetencia, inclusive ahora, su mosquetera Yarrow (ex regidora metropolitana), en un penoso desconocimiento de la ley, sale al frente con una solicitud para pedir la revocatoria de la alcaldesa metropolitana. Por supuesto, esto con el nada disimulado apoyo de medios como Correo y Expreso, que protestaron enérgicamente cuando se les dijo una gran verdad al tipificarlos como periódicos de la mafia. Hasta el propio Cardenal Cipriani se sumó a los corifeos para pedir a Villarán más trabajo y sus peleas con el convertido Castañeda, que puede hasta convertirse al islam si de ello dependiera subir algunos puntos más en las preferencias del electorado.


Pero lo cierto de todo esto es que ahora el mudo tartamudea, aparece cada vez más lívido ante cualquier noticia que provenga del palacio municipal, sufre cólicos ante la información que se difundirá en el informe de la Comisión Municipal que preside la regidora Glave y resultado de una investigación y auditoria que también fue cuestionada. En tanto esto ocurra, silba nervioso un valsecito o tal vez sea su melodía preferida The Sound of silent de Simon and Garfunkel (“Hello darkness, my old friend/I've come with talk with you again…”), todo para que por allí ocurra un milagro y que no se inflame y hasta explote, en medio de la caliente coyuntura eleccionaria, su cada más evidente rabo de paja.

lunes, 7 de marzo de 2011

!CABLE O MUERTE...VENCEREMOS!




Cuando las esperanza de un candidato se llama Wiki Leak



“PERÚ CAMPEÓN, PERÚ CAMPEÓN, ES EL GRITO QUE REPITE LA AFICIÓN…” Se cantaba en los setenta, con pasión y esperanza de que nuestra participación en el Mundial México 70 fuera rutilante y arrolladora. Pero también con cierta inocencia y confianza a prueba de bombas. Soñábamos que íbamos a ser, nada más ni nada menos, que campeones del mundo. Desde el pozo más profundo de nuestra frustración colectiva surgía este clamor que bien condensó este tema pegajoso e inolvidable de nuestros sueños deportivos[i].



Pero la cancioncilla famosa no sólo quedo como expresión de nuestra aspiración de lauros futboleros. Se incorporó a nuestro imaginario nacional como nuestro segundo himno, patriotero y como tal exaltado, que interpretábamos en eventos de todo tipo, o simplemente lo canturreábamos a solas, o repetíamos hecho un sonsonete como parte de nuestro lenguaje interior.



¿Razones? Las teníamos. En esos años la mayoría de los sufridos hinchas no teníamos ni el recuerdo de haber participado en un mundial o compromiso de categoría mundial (caso aparte el deslucido triunfo en las Olimpiadas de Berlín en años del nazismo), idealizamos como invencible a la escuadra rojiblanca que dirigió un…brasilero (y que ciertamente fue un inmejorable once), el fútbol peruano en ese entonces no padecía con dirigentes como Manuel Burga y hasta los futbolistas de esa época eran diferentes, por decir algo, no eran metrosexuales ni juergueros, muchos procedían del amateurismo de cancha de tierra y pata pelada, pero tampoco profesionalismo era sinónimo de sacrificar el deporte por la expectativa de amasar verdaderas fortunas en sueldos, primas y pases internacionales, pues estos jugadores se entregaban con mucho más pundonor y no como ahora, donde también existen excelentes jugadores, pero que piensan mucho más en el Ferrari que se comprarán o de los euros que podrán ganarse si se cuidan las piernas.



El contexto tampoco fue poca cosa, vivíamos los años de la “Revolución Peruana” a cargo de los militares, con Velasco, “Causachum revolución”, reforma agraria y de la educación, comunidad industrial, pero también con el corporativismo del SINAMOS y la restricción inaceptable de los derechos políticos de la ciudadanía, todo lo cual se discutió y se sigue discutiendo sin trazar la línea del consenso y alcanzar el juicio definitivo, pero de la cual queda un recuerdo indeleble de la sensación de que algo cambió en el Perú, que salíamos de perdedores, y donde “lo nacional” se revistió de un nuevo significado que hizo que generaciones enteras se reapropiaran de un nuevo sentido de patria y país, donde el honor y orgullo de lo peruano, se convertía en un valor moderno e impensable después de años bajo el oprobio por el sometimiento de la nación al poder imperial y el remate de nuestro país a la voracidad del capital transnacional: La dignidad nacional.



El general Juan Velasco Alvarado es uno de los personajes admirados por el comandante Ollanta Humala. Pero a partir del discurso político de este último no se trataría sólo del espíritu de cuerpo, “Brothers in arms”, entre dos militares del ejército peruano. Humala en varias ocasiones ha reivindicado la gesta reformista iniciada el 3 de octubre del 1968. Particularmente ha sido parte de su asimilación del nacionalismo velasquista, la expropiación de aquellas tierras y riquezas dadas a las transnacionales[ii], que las políticas entreguistas que primero los gobiernos oligárquicos y luego de la burguesía intermediaria[iii] habían dado sin mayores condiciones para su usufructo y explotación. De allí que estas fueron asumidas por el gobierno militar como una nacionalización pues consistían en devolver al Estado peruano aquellos recursos naturales que pertenecían a todos los peruanos.



Pero, ¿qué otros significados tiene el nacionalismo de Ollanta Humala? Requeriríamos mucho más espacio para analizarlo. El nacionalismo es un hijo de la ilustración, es una ideología surgida en la era de las revoluciones -en el sentido de Eric Hobsbawm[iv]- que se propaga en el mundo contemporáneo a partir de importantes movimientos sociales y políticos[v], principalmente a partir de las revoluciones burguesas o liberales. El nacionalismo surge a partir de establecer la idea de nación como criterio único en la definición de una comunidad política.



Benedict Anderson señaló en su uno de sus memorables libros[vi], que la nacionalidad es un “artefacto cultural” que nos conduce a una suerte de “legitimidad emocional”, ese estado de gracia a partir de sentirnos parte de algo. La nación es desde el punto de vista del autor “una comunidad política imaginada”, un constructo que se llenaría de contenido para definir las líneas trazadas por el imaginario para coincidir Estado y Nación, y por tanto el criterio que define tanto a la “soberanía nacional” como a la “nacionalidad” a ser garantizadas por el Estado. Este es tenue recorrido seguido para la constitución de los Estados nación europeos y los que seguimos tímidamente en los remedos de estados nacionales constituidos en América. Pero para autores como Reinhard Bendix, el nacionalismo fue uno de los más importantes movimientos revolucionarios de masas en el siglo XIX, y permitió plantear el tema de la construcción de ciudadanía, la democratización del Estado y la sociedad, pues el nacionalismo, junto al socialismo, demandaron en palabras de Bendix “…la integración política de las masas antes excluidas de la participación”, en otras palabras, este sólo hecho constituye el mérito de los movimientos nacionalistas del siglo XIX, por sus impactos y transformaciones sobre la estructura social, de poder y cultural.[vii]



Sin embargo, es sabido de los extremos a los que conducen los nacionalismos, asimismo el relativismo al cual han devenido los propios Estados-nación en estos tiempos marcados por la globalización y procesos de integración a partir de entes supranacionales, de concreción institucional como la Unión Europea, o el consenso regional como los acuerdos de integración regional, o marcados por la realidad del mercado como los tratados de libre comercio. Junto a esto, también advertido por el profesor Hobsbawm[viii], se produce el renacimiento tardío de reivindicaciones nacionales que se radicalizan con ultranacionalismos más propiamente autárquicos, o que llevaron al estallido de realidades estatales como la URSS, Yugoslavia, y no es que coloquemos en este mismo saco a las reivindicación de autonomía como la que se vive en España con el país Vasco, o en el Quebec en Canadá, y con menor influencia en Irlanda, más bien republicana, por la terca apuesta de Inglaterra de seguir apoyando el unionismo en el Ulster.



En otro lugar, se ha considerado una etapa posterior del nacionalismo los movimientos de liberación nacional planteados desde países bajo condiciones de colonialismo y neocolonialismo. En algunos casos, estos han tenido sino una conducción una inspiración marxista (recordemos que Marx omitió –salvo algunos escritos todavía polémicos e inexactos acerca de Irlanda por ejemplo- toda consideración por el nacionalismo).



Nuestra guerra de independencia mal que bien resolvió nuestra autodeterminación dentro de un proyecto republicano incompleto y bastante insulso, el que terminó desvirtuado entre caudillos militares y guerras civiles, y que fue terreno fértil para labrar la derrota que sufrimos en la infausta Guerra del Pacífico, episodio histórico que nos hirió de muerte y casi termina por liquidarnos como nación, al grado de que algunos lo consideran el punto de partida del derrotismo estructural que hasta ahora nos acompaña, en tanto terminó por consolidar el nacionalismo agresivo de nuestros ingratos vecinos del sur. Empero, el conflicto con Chile no acrisolo nuestro sentido de nación, en cambio evidenció nuestra fragmentación nacional a raíz de un vago proyecto de país. El problema nacional sólo surgió más adelante, en la reflexión de algunos de los intelectuales como Mariátegui, Basadre y Haya de la Torre, aunque no fue abrazado por las castas políticas en los años siguientes, lo que se vio reflejado en la instauración de la república aristocrática y la inestabilidad pendular de los años siguientes del siglo XX.



Por cierto, contraemos como deuda con los lectores, la realización de un estudio más prolijo sobre la nación y el (los) nacionalismo (s). En tanto, nos queda, como resultado de esta escueta revisión, la idea pragmática de un nacionalismo metodológico, que gira en torno a la idea fundamental de que el Estado-nación constituye una categoría central para el análisis de cualquier fenómeno.



Pero, estamos aquí para hablar de un asunto particular que aún tiene vigencia[ix], la denuncia del candidato de Gana Perú, Ollanta Humala, respecto a que Alejandro



Toledo y su entorno político durante su pasado gobierno, habrían intervenido en la campaña del 2006 para impedir gane las elecciones que lo enfrentaban primero a Lourdes Flores, y luego a Alan García en segunda vuelta, y lo más grave, este fue un pedido explícito de intervención de la Embajada norteamericana que salió a la luz en los cables difundidos por Wiki Leaks.



No vamos a detenernos en los entretelones de la denuncia, de la reacción de Alejandro Toledo y la declaración pública de la Embajadora norteamericana en nuestro país. Si nos interesa que esta denuncia se ha convertido en consigna central de Ollanta y su partido, y constituye una señal interesante respecto a que lo que está realmente en el fondo, esto es el intento del comandante de avanzar algunos puntos más en las preferencias. Sin embargo, nos interesa más allá de su jugada táctica que gracias a su mejoramiento de posiciones que se ha visibilizado en las últimas encuestas, lo hace anunciar a grandes voces que disputará la segunda vuelta[x].



Pero, es cierta la tesis esgrimida por sus intelectuales orgánicos respecto a que el nacionalismo ollantista es la expresión de la izquierda que se erige como única alternativa al gran bloque de las derechas. Si lo anterior es cierto, nos preguntamos ¿qué es para Ollanta y sus voceros ese supuesto de nacionalismo y de izquierdismo como banderas electorales, es acaso una filiación ideológica clara en el comandante, se traduce en una propuesta programática firme, es una opción política más allá de lo efímero del caudal electoral que se obtenga?



Intentando responder desde estas preguntas, nos está claro que el ciclo de los nacionalismos en el Perú casi que llegaron a su fin con el intento reformista de Velasco. Una ideología nacionalista en el Perú es prácticamente imposible de recrear con tan poco contingente movilizable. No estamos en Bolivia ni en Venezuela para una experiencia nacionalista. El Perú no es el proyecto inconcluso del siglo XIX, y si puesto en cuestión hacia mitad del siglo pasado, las banderas del nacionalismo se incineraron en los setenta pues los militares fueron incapaces de entroncar su proyecto político con los movimientos campesinos por la tierra y el poderoso movimiento sindical y popular que se gestó en esa época, pues conllevaba definitivamente a una ruptura con el viejo orden que finalmente decidieron defender.


¿Cuál es el contingente, y cuál la propuesta nacionalista del siglo XXI?, ¿está acaso en Cusco, en Puno o Apurímac, o se viene gestando en algún lugar del país? Si el proyecto es un asunto de definiciones lo único y último que hemos escuchado del comandante es que afirma que nacionalismo no es igual a estatismo. Nos parece bien, sin embargo a lo largo de su propuesta, el mayor eje de desarrollo nacional sigue correspondiendo al Estado.



Si el nacionalismo no se condensa en una ideología y no se plasma en una propuesta programática, entonces termina por ser nuevamente un recurso táctico, de allí que tiene en respetables voceros como Sinesio López una interpretación desde casa cuando dice que Ollanta “está cosechando la reivindicación nacional frente al entreguismo…”, y de paso frente a la guerra sucia que le cerró el paso el 2006, (lo que como vimos antes generó una mini crisis por los Wiki Leak), pero además afirma el supuesto de una “campaña inteligente en los medios y en la calle” que (recién) empezaría a empatar con las demandas de las clases populares y medias, lo cual puede ser cierto, pero lo que nos parece particularmente interesante es su tesis de que “Ollanta ha logrado combinar una cierta racionalidad con la ira de los ciudadanos”[xi]. Es decir, nuestro venerable maestro evidencia que el capital posible de ser movilizado por el comandante se encuentra no en sectores movilizables por una ideología o un programa, sino por la pasión, radica en los predios de la emocionalidad, desde se movilizan no conciencias sino reacciones, pero que también hay que decir, alimenta la posibilidad que en un escenario de polarización alimente el voto por el no, un voto de rechazo, no por la afirmación de una apuesta política, sino la reedición del anti, todo un clásico del comportamiento electoral en nuestro país.



Finalmente, en un artículo reciente, Alberto Adrianzén analiza el supuesto de una regla de la política que hace que el desarrollo de la democracia electoral no necesariamente consolida a los partidos políticos ni menos abona el terreno para construir un sólido e institucional sistema de partidos.[xii] Justamente, dice Adrianzén que esta regla deriva dos lecciones: a) que importan más los caudillos que los partidos; b) que no existen hoy día ni identidad política ni lealtad electoral en los votantes. Para muestra estarían la mayor parte de los agrupamientos es decir, Perú Posible, Solidaridad Nacional, Somos Perú, Alianza Para el Progreso y Fuerza 2011. Coherente con la tesis de que es posible producir un reordenamiento de las fuerzas a enfrentarse electoralmente, es decir, la necesidad de polarizar políticamente el país, encuentra que Ollanta Humala puede producir un viraje en las preferencias electorales siempre y cuando sea capaz de que desde la derecha, como en los combates medioevales, se decida a nombrar el campeón para el desafío final.



Nuestra conclusión es entonces que el Comandante Ollanta no ha logrado que su ideología, el supuesto de ese nacionalismo de izquierda que dice encarnar se encuentre firme y arraigado en sectores sociales claramente definidos, menos hay una inobjetable presencia de su programa en el electorado medio y popular, lo cual pueda dar signos ineluctables de que estos están abrazando sus propuestas nacionalistas las que puede que existan con mucha lucidez en lo escrito en su plan de gobierno, pero que no han calado hondo en los sectores que lo respaldarían. ¿Qué quedaría entonces? El nacionalismo táctico del ollantismo jugaría a la polarización política en estas elecciones, buscaría concitar la ira popular, el desborde de la pasión que obre en un milagro, y haga que el mítico comandante de Locumba pueda producir un salto que lo reubique en una definición de segunda vuelta frente a Toledo, para lo cual debe desplazar tanto a Keiko Fujimori y Luis Castañeda. Sólo así el nacionalismo se convierte entonces en algo más que una reivindicación nacional. En un sueño que bien puede condensarse como hace 40 años, en un estribillo famoso que puede volver a oírse “Perú Campeón…es el grito que repite la afición…”.




Qué lástima que estemos tan mal en el fútbol, para que ahora la política se arrime al árbol fallido de nuestros sueños y frustraciones nacionales.








[i]Esta canción de estribillo famoso a ritmo de polca, casi un himno nacional, fue escrito y compuesto por Félix Figueroa y tuvo como intérpretes estrellas a los Ases del Perú. Dejamos de lado otras canciones patrioteras y bastante trilladas por su uso político como “Contigo Perú” “Cuenta conmigo Perú” o inclusive el vals “Mi Perú”.



[ii] Justamente una de las más sonadas fue la expropiación y expulsión de la International Petroleum Company (IPC) que explotaba los yacimientos de La Brea y Pariñas y la refinería en Talara que casi se había constituido en un enclave norteamericano dentro del país. Justamente este acto realizado el 9 de octubre de 1968 fue declarado como “Día de la Dignidad Nacional”.



[iii]Para algunos un pretexto, para otros el gatillo del golpe de Estado y del pronunciamiento militar se encuentra en el escándalo de la llamada página 11 del Acta de Talara, suscrito por supuestamente para resolver el problema de la Brea y Pariñas en 90 días y en el cual se denunció la desaparición de esta página en el documento firmada por Belaúnde, por el Presidente del Senado Carlos Manuel Cox y por el Presidente de la Cámara de Diputados Andrés Townsend Escurra (líderes apristas) y por los altos funcionarios de la IPC.



[iv] “La era del revolución” (1962) y más recientemente su apretada obra “Historia del Siglo XX” (1994) cuyo título original es muy sugerente “Age of Extremes: the short twentieth century, 1914-1991”



[v] En otro libro importante de este historiador, éste afirma que las naciones no construyen Estados y nacionalismos, sino que es el Estado el que crea la nación (“Naciones y nacionalismo”,1990, cuyo título original en inglés no podía ser más apropiado “Nations and Nationalism since 1780: programme, myth, reality”)



[vi]Comunidades Imaginadas. Fondo de Cultura Económica, 1993,



[vii]Estado Nacional y Ciudadanía, 1964



[viii]Para Hobsbawm lo que se encuentra en crisis no sólo es el estado nacional, sino la centralidad de la nación y del nacionalismo que ya no constituye un vector importante del desarrollo de la historia de la humanidad.



[ix]Este artículo que deje interrumpido hace algunos días, ha sido recuperado pues ha sido el propio candidato Humala se ha encargado de señalarnos la vigencia del tema, mediante un spot televisivo.



[x] Inclusive envalentonado respecto a su actual posición desafía a Alejandro Toledo a un debate público.



¡TIA SUSANAAAA, DEVUÉLVEME MIS CARTELESSSS!!!







Derechos electorales y Derechos ciudadanos



“SE PASÓ ESTA TÍA…QUE SE HABRÁ CREÍDO. Una cosa es que le haya ganado a la Lulú, otra cosa muy distinta es que se lo hayamos perdonado. Putamae, cómo se le ocurre meterse con mis bonitos carteles, que me costaron tanto trabajo armarlos (y tan caros que me salieron). Y no sólo eso, ahora tengo harta chamba con esta campaña y hasta estoy descuidando mis negocios por estar metido en política. Lo que ustedes no saben cómo se cocinó mi canditadura al congreso. Tuve que pelearme con mucha gente para llegar a ser incluido en la lista (pst, pst… no puedo decirles cuanto tuve que pagar para romperle la mano al jefe del partido…), pero aquí estamos….caminando entre arenales, besando a niños con moco, dando la mano a todo el mundo cuando yo en mi bodega no doy gratis ni la hora. Pero bisnes son bisnes, estoy invirtiendo un huevo de plata, y pienso que me tiene que salir a cuenta esta huevaá y darme mis beneficios, porque en eso si soy claro, yo voy al congreso para…servir al pueblo de todo corazón…juá juá juá…claro siempre y cuando pueda recuperar mi plata y abrirme el terreno para hacer algunos buenos faenones, pues como lo he dicho otras veces ‘Nadie puede amasar una fortuna sin hacer harina a los demás’. Encima, ahora la Susanita esta jode que jode. Con esa carita de mosca muerta que tenía, muy modosita y de buenas maneras, está que se pone sabrosona y, ella que no les grita ni a las natachas, ella que aparece muy democrática, como dice mi tío Aldito, ahora se vuelve a lo que es en verdad: Un ogro comunista, ha sacado su cara de mala mismo el grinch y recontra achorada mando sacar todos mis bonitos carteles y banners (pucha que ahora si me salió bien mi inglich). Y lo peor que está saliendo en los noticieros diciendo que cumple con la ley, con la norma, ¿y desde cuándo se ha respetado a las normas? ¿Acaso se respetó con mi tío Alberto, o con mi tío Alan? Me acuerdo que con el pelao Vladi como gozábamos cuando quemábamos cerebro en idear cada triquiñuela para sacarle la vuelta a la ley, juá juá juá, hasta le metíamos la mano a la constitución,… y por debajo…Pero esto no se queda asi, se jodió…ahora mismo estamos maquinando con mi tío El Mudo, y la mancha de Jorgito y Mauricio para aguarle la gestión a esta tía, hasta su revocatoria vamos a empezar a moverla, y eso que estoy recibiendo mi correspondiente billegas por la concesión al Metropolitano. Y no va ser…”




EN MEDIO DE LA VORÁGINE ELECTORAL, la colocación de propaganda política es una tradición, un modus operandi para los candidatos. Como lo dice con total pertinencia Jorge Bruce (LR 6.03.11), si lo que se busca es dirigir el país como lo haría un gerente de una empresa privada, la política se ha convertido en una estrategia de marketing. Ergo, los carteles (publicitarios), afiches y otros medios de propaganda electoral se constituye en un medio fundamental para llegar al elector (cliente). De allí que muchos de los candidatos afectados por el retiro de los carteles dicen que sus derechos están afectados pues si estos son quitados de las vistas del público, cómo serán reconocidos entonces. Bueno, al margen de la concepción, el uso de la propaganda electoral es un derecho político, un recurso de la democracia para informar o ser informado. Sin embargo, cuando es usada la vía pública, estamos hablando de un terreno común que pertenece a todos los ciudadanos y ciudadanos. De allí que su uso debe de ser regulado, y esto es competencia de la autoridad de la ciudad. Va más allá del organismo de justicia electoral, que es la vía de queja que erróneamente muchos de los candidatos infractores, pues no hay manera de tipificarlos ya que afectados somos todos. En conclusión, respecto a este asunto no hay conflicto de competencia alguna entre el JNE y la MML.


En segundo lugar, se ha señalado que la autoridad metropolitana está cometiendo un abuso de poder pues no existe una normatividad al respecto. Craso error, esta si existe y está claramente definida en sendas ordenanzas: La Ordenanza 393 (2002) y su complemento la Ordenanza 970 (2006)[1]. Por supuesto que los derechos de propaganda política están vigentes y son garantizados por la ley electoral, sin embargo a nadie le gusta que empapelen su ciudad. El manejo de los espacios públicos se constituye en un aspecto crucial para cualquier autoridad que quiere mantener el orden dentro de la ciudad. En tal sentida hay zonas con permisibilidad y zonas rígidas. Si bien, los candidatos se cuidan ahora de hacer pegatinas de afiches u otros en todo lugar, o colgar banners en todas las esquinas, sin embargo el uso de los carteles de todas dimensiones aparece como indiscriminado o mejor, arbitrario. En conclusión, la intervención de la autoridad se ampara en normas municipales sobre las cuales no hay discusión pues no son recientes, ni tampoco hay una interpretación antojadiza. El tema de fondo es que los candidatos no quieren reconocer autoridad ni menos cumplir con la ley, de allí que son doblemente infractores, con la ley y con la resistencia a acatarla.


En tercer lugar, la denuncia de los candidatos infractores que esta acción es una arbitrariedad de la Alcaldesa de Lima están en un gravísimo error. De un lado existe autoridad municipal que amparada en la ley debe hacer respetarla en su jurisdicción que es la ciudad, del otro, hay una clara inquina de los denunciantes contra la Alcaldesa Villarán, originada en la derrota política propia o extendida desde la última elección municipal en Lima, inclusive con declaratorio de guerra pública como es el caso de algunos medios como CORREO y de algún candidato en particular, que es sabido, se origina en esta natural antipatía. Menos aún, los operativos municipales en Lima y se sabe en los distritos (a cargo de los alcaldes de las comunas distritales), no fueron sorpresivos. Miguel Prialé, Gerente municipal de la MML hizo hincapié de que las agrupaciones políticas fueron debidamente y oficialmente informadas días antes sobre los alcances y aplicación de estas normas. Conclusión, esta acción se toma en un momento electoral, pero la norma es la norma y medida avisada no hace incautos.


Sin duda, la reflexión final que nos hacemos es que hay cada Manolito, como en el monólogo que insertamos a manera de epígrafe, candidatos que consideran que quien pone más carteles es quien llega más al elector, como quien vende algún producto de consumo, un manera de usar el marketing político abundando en imágenes, muchas veces con un discurso trillado y de cliché. Pero ni siquiera hablamos de una estrategia de marketing más creativo, social o directo, es la sacralización de la imagen, de poner una suerte de marca en medio de un exceso del sistema electoral donde el voto preferencial aparece como antes que una oportunidad de que los ciudadanos elijan el candidato más idóneo, terminen siendo atrapados por la imagen repetitiva como si de la venta de una mercancía más se tratara. De allí la guerra por poner más carteles, por inundar la ciudad inclusive al borde de terminar contaminándola visualmente. La política es el arte de hacer posible lo necesario, es lo primero que hay que aprender para darle dignidad a la política. En tal sentido no se trata de vender nada, y en última instancia con cuidado, porque para los electores los candidatos pueden terminar por ser tan útiles como una marca de papel higiénico o de toallas sanitarias.








[1] Sería largo detallar los alcances de las normas. La primera regula y establece los casos de prohibición de instalarla tanto en predios privados, públicos, y sobre todo en espacios públicos sin autorización de la autoridad competente con trámite previo y autorización emitida por la Gerencia Municipal de Desarrollo Urbano a través de la Comisión Técnica Metropolitana de Publicidad Exterior. La segunda precisa los alcances y establece parámetros muchos más claros para autorizar la propaganda y sus restricciones.

EL ORÁCULO DE LA POLÍTICA CRIOLLA



¿Creer o no creer en las encuestas?



EN EL MUNDO ANTIGUO LOS ORÁCULOS CONSTITUÍAN UNA COMUNICACIÓN CON LOS DIOSES. Una manera de demostrar la sujeción de los humanos, comunes mortales a los designios divinos. Consultado el oráculo, nada podía cambiarse. El destino terminaba siendo inexorable.



En los tiempos modernos también tenemos nuestros propios oráculos. Ciertamente en un despliegue de pensamiento mágico religioso, aun en medio de una sociedad de la información, vivimos envueltos en el aurea de lo misterioso y sobrenatural. Lo mágico, la hechicería, el supuesto de la espiritualidad y la metafísica abrazan también nuestra vida. Ser un místico hoy en día no resulta tan novedoso en un mundo atiborrado de signos y señales distintas a cualquier racionalidad. Creer o no creer, este es el dilema que nos asiste la vida cotidiana, y estamos expuestos a grandes verdades y tamañas supercherías.



A manera de ejemplo, en un viaje reciente me vi también envuelto en un episodio de circunstancias especiales. En un instante inusitado, mientras hablábamos de temas académicos relacionados a la psicología, mi joven y guapa interlocutora, pareja de un amigo, se me develó como aprendiz de gitana, sin que lo sugiriera y en medio de la calle me pidió que le extendiera mi mano para leerme la palma, luego de algunos minutos de concentración me dijo –entre otras- que viviría muchos años. Pasada la sorpresa le pregunte sobre su saber y no tuvo problema para confiarme el secreto de su lectura y artes adivinatorias: Lo aprendió de un amigo pero, reconocía que aún no dominaba del todo esta arte de quiromancia; por supuesto que todos los secretos develados por las líneas de mi mano parecían salidos de una crónica de vida, me lancé a la búsqueda de información y claro, encontré mucha en…Internet, hechas las comparaciones de donde se desprendieron amables coincidencias entre lo dicho por la aprendiz y la información virtual. ¿Si me creí todo esto? Nuevamente aparece entonces el viejo dilema de creer y no creer.



Ciertamente, en nuestro medio tenemos muchos chamanes, adivinos, magas y brujas, legión de personajes de fábula, en contados casos se trata de personas con ciertas habilidades especiales que se remiten a alguna forma de herencia genética o aprendizajes transmitidos de padres (madres) a hijos, saberes y disposiciones que escasas veces son mostradas públicamente y permanecen ocultas en la vida anodina y anónima de sus poseedores. Pero sin embargo, casi siempre encontramos que estos personajes son siempre embaucadores profesionales, o personas que hasta se muestran mediáticamente para ofrecer sus servicios hasta por una línea telefónica dedicada, pero cosa curiosa, no solo son requeridos por ciudadanos comunes como usted y yo, también encontramos que siempre fueron consultados desde el poder, inclusive esta es una constante que esta relación ha formado parte de los velos oscurantistas de algunos regímenes de origen distinto no democrático.


Francisco Franco, el dictador falangista, se rendía a las brujas del norte de África, particularmente a la marroquí Mersida y participó en más de un rito espiritista que seguramente lo alentaba a sentirse el salvador de España. Juan Domingo Perón tuvo su brujo particular en el tenebroso José López Rega, quien terminó como secretario privado y consultor influyente en las más abyectas decisiones del caudillo militar como el impulso a los paramilitares de la Alianza Anticomunista Argentina. Se sabe que Adolfo Hitler buscaba respuestas más allá de la racionalidad en la astronomía y la lectura de su horóscopo ante de tomar sus terribles decisiones y para justificarlas. En nuestro medio es sabido que Rosita Chu despachaba asiduamente en palacio, y que el déspota, ahora reo, confiaba ciegamente algunas de sus decisiones estratégicas al tarot, y siempre estaba pendiente de los consejos de estos personajes, como en aquella vez que a instancia de sus chamanes se bañó ante cámaras en las heladas de las Huaringas de Huancabamba en Piura.



Si la lectura de los pliegues y surcos de la mano no son suficientes para impresionarnos, tampoco los son para los políticos. En su intención inconfesable de obtener mayor poder político, adquirir cierta inmunidad a cualquier maleficio de sus opositores, o deshacerse de ellos, prever el futuro y sus riesgos, apelan a cualquier medio.


La política moderna ha reemplazado los hechizos por el marketing político, y los rituales de maleficio han devenido en el empleo de las encuestas de opinión pública, que de un tímido artificio metodológico se ha convertido en el medio por excelencia de la adivinación electoral. Vayamos a ver con qué referencia ahora se escucha la explicación de las cifras de las encuestas; el analista de estos medios es ahora el equivalente del brujo moderno.


Sin embargo, en días pasados se armó un revuelo respecto a la validez de los resultados de las encuestas. En este mismo lugar [1]decíamos que la intentona del JNE a presiones de Alan y su ahijado Castañeda, a las que se sumó el Comandante Humala dando muestra nuevamente de su errática y rara performance como político, y que se cifró en la consigna “Abajo las encuestas”, fue rápidamente superada al producirse el retiro de la demanda del organismo de justicia electoral de información que inviabilizaba la realización de nuevos estudios hecho denunciado por distintos sectores incluidos las empresas de investigación de mercados y opinión pública.


Los grandes derrotados de este affaire fueron sin duda el APRA, Castañeda Lossio y por allí PPK y Ollanta Humala. En tanto se empezaban a dar nuevos resultados de estos estudios de preferencias electorales, de pronto nos encontramos con nuevos conversos. Los que antes decían desconfiar de las encuestas, hoy nos dicen como la pequeña Wendy en Hook (remake sobre Peter Pan), “Yo creo en las hadas”. Ahora todos creen en las encuestas, y lo dicen con tal ingenuidad como para imaginarnos que algún toque mágico se ha producido para producir una ablación en las duras cabezas de los más refractarios.


Debemos conjeturar que ciertas movidas hacia arriba, empezando por el candidato de Solidaridad Nacional, que había sido relegado al tercer lugar y hoy aparecen en un segundo, aunque según la última encuesta de IMASEN, en empate técnico con Keiko Fujimori. Igual fue el caso de Ollanta, que aparece nítidamente escalando desde la tercera posición pero como no puede ser de otro modo haciendo la salvedad de que las preferencias lo llevarían a disputar la segunda vuelta. PPK se sigue haciendo el tercio, pese a haber remontado en las preferencias el 7% y reafirmándose que la mejor encuesta será la del 10 de abril, casi como pretendiendo ser el outsider que dará el caballazo de sorpresa. En general, esta tribu de neo conversos, de creyentes en la omnisciencia basada en las encuestas, que como también dijimos en dicho artículo[2], no es que han sido convencidos del todo, pero saben que las encuestas dicen la verdad, pero sólo parte de la verdad. Por ejemplo no dicen nada de por quién votarían los indecisos. En suma, las encuestas son las nuevas bolas de cristal, que leídas de este modo nos pueden decir muchas cosas, y sobre todo, su importancia se encuentra en aquello que no dicen, pues la política aún no ha resuelto el tema de la incertidumbre. Justamente aquí radica la importancia de la acción política, en arenas electorales tan volátiles: La posibilidad de convencer (y mantener) a los que tienen un voto definido, pero sobre todo de convencer a aquellos que no lo están, y que definen el resultado final de la batalla.